“Nada es más peligroso que el cambio.”
Platón.
El pensamiento de los filósofos griegos continúa vigente en el tiempo y en el espacio.
Apenas concluía la jornada electoral y por higiene mental, volví a escuchar a la formidable Maestra IkramAntaki disertar en relación con “La República y Las Leyes” (libro, este último, que Platón dejó inconcluso).
La muerte de Sócrates cambió la vida de su discípulo: ¿Cómo es posible, se preguntaba, que Atenas, la Ciudad más sabia del mundo conocido haya caído en la barbarie de sentenciar a muerte al mejor de sus hijos, por la insidia y la intriga de un pequeño grupo de mediocres abogados? Y se respondía: la condena se debe a los sofistas; es producto de la demagogia, de la ignorancia, del espíritu del ágora… Los aristócratas, los hombres de oro, los Arcontes, serían incapaces de una ruindad así. Del saber, nace la justicia, pero es privilegio de unos cuantos. El vulgo no sabe, opina.
No es muy diferente el mundo político de nuestros días. Tampoco se fundamenta en las normas rígidas de la verdad, sino en la superficialidad de la opinión. Así, aunque México sigue idéntico a sí mismo, la percepción que de él se tiene cambió radicalmente: uno era antes y otro es, después del siete de junio del dos mil quince.
Varios mitos y paradigmas se derrumbaron, precisamente por ser opiniones, no verdades. Hasta en las encuestas, a la gente no se le pregunta ¿Qué sabe? Sino ¿Qué opina?
Los días previos al gran acontecimiento, detractores del sistema y aún algunos de sus más distinguidos beneficiarios, expresaban su decepción por lo que consideraban debilidad del Gobierno y su constante ceder a las presiones de esos grupos de delincuencia organizada que se cobijan bajo las siglas de la CNTE, similares y conexos. ¡Qué vergüenza condescender hasta el extremo de ordenar, sin fundamento, la suspensión de los exámenes de evaluación! Ese rebaño de salvajes se sabe, de antemano reprobado. Carece de mínimos conocimientos pedagógicos pero, sobre todo, de valores.
En este escenario, es terrible lo que algunos miembros de la sociedad se preguntan: ¿Qué será más grave? ¿Dejar a los niños sin clases o ponerlos en manos de esa mafia de resentidos apátridas?
Al parecer, este mito se derrumbó estrepitosamente, ante el manejo estratégico, prudente pero eficaz de los recursos políticos y de la fuerza legítima del Estado. Ni anarquía ni baño de sangre, la elección se verificó y la evaluación magisterial se hará sin concesiones. Cabe advertir, que cualquier titubeo o retroceso, después del anuncio de la autoridad educativa, puede restituir la desconfianza. Muy caro le saldría a la República, toda, no sólo a la región en conflicto, dar marcha atrás.
Un segundo mito que rodó por tierra fue pronosticar que la presunta debilidad del ejecutivo federal significaba la inminente derrota del Partido Político del cual proviene. Ahí está el Presidente Peña con un Congreso de aliados que rebasan, por mucho la exigencia democrática de la mitad más uno.
Por el contrario, en Querétaro, el Gobernador Calzada, calificado con grado de excelencia a quien se le auguraba brillante futuro, no logró (o no lo intentó), llevar al triunfo a los candidatos de común origen partidista.
También se consideraba verdad incontrovertible que en elecciones intermedias la gente no sale a votar y por eso, al Partido mayoritario le basta su voto duro. En esta ocasión la gente sufragó en mayor grado de lo esperado y las cosas cambiaron muy poco, pero a favor del sistema.
Se agrega a la lista de paradigmas rotos, que los candidatos independientes son un riesgo para los partidos y punta de lanza para el advenimiento de una política totalmente ciudadanizada. En este esquema, faltan muchos factores a considerar; entre otros: No siempre un buen candidato es un buen gobernante. La ausencia de respaldo partidista, es una ficción, porque detrás hay toda una trama de intereses, económicos, mediáticos y políticos que tratarán de cobrar a sus creaturas la gran factura. La sociedad no se pone en movimiento por generación espontánea. El riesgo no está sólo en el candidato transformado en gobernante sino en los intereses que lo mueven y que suelen tener los dueños del dinero, para hacer más dinero. Para ellos la política y el bienestar del pueblo son circunstancias, no objetivos.
Se dice que la gente, el ciudadano común y corriente emitió un enérgico ¡Ya basta!, pero dio al Gobierno elementos básicos para continuar con su labor. Es una segunda oportunidad. Lo ideal es que, juntos sociedad y Gobierno, digamos un ¡Ya basta! A los grupos facciosos, a la corrupción, a la calumnia, a la maledicencia, a la denigración de nuestros gobernantes y a nuestra propia autodenigración. Una auténtica democracia, está en construcción.
Junio de 2015.