Para Mario Cerón, la docencia se le “venía dando desde la cuna”. Creció en el seno de una familia de maestros: su papá y los hermanos de este, su mamá y los hermanos de ella, e incluso su abuelita se habían dedicado a ello: pero la idea no le atrajo en un principio, estuvo un tiempo en el seminario pues quería ser sacerdote y luego la música atrapó su atención, por lo que se entregó a ella. Hizo el bachillerato y entró a la Universidad, donde más tarde encontraría el énfasis que le permitiría enseñar: educación. 

Siempre respetó y admiró la docencia, y de alguna forma siempre aparecía en su vida, en la primaria la maestra siempre le pedía que le explicara al salón lo que a ella no le entendían: “casi, casi, que le tradujera a mis compañeros lo que ella trataba de decir”, y en el bachillerato dirigía un grupo de asesorías donde enseñaba matemáticas: álgebra, trigonometría, e incluso física. 

Sus prácticas profesionales lo acercaron a grupos de entre seis y 18 años en la Escuela de Música del Estado de Hidalgo, impartiendo clases de iniciación musical, y de ahí llegó a diversas primarias para poner algunos festivales en fechas importantes: clausuras y día de la madre, entre otras más actividades que lo hicieron quedarse. Hace dos años, comenzó a laborar en el colegio particular “Antonio Vivaldi” donde se ideó el proyecto de crear una estudiantina, pero la pandemia se atravesó. 

Las clases cambiaron a estar en línea, y él se volvió “profesional de las plataformas”: zoom, meet, y hasta en programas de edición de video para que funcionara mejor la dinámica. 

Para Mario, la música transforma vidas y la docencia también, y ahí se encuentran las experiencias más gratas de su carrera: cuando hizo su servicio social en la “Casa de las y los adolescentes” tenía en su clase a una niña que estaba un poco apartada, e incluso la psicóloga del lugar le preguntó si ella asistía a sus clases, pues a anteriores talleres dejaba de hacerlo. Él respondió que sí y se percató de cómo ella sacaba todo su sentir a través del canto.