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LA DIALÉCTICA DEL PODER

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LA DIALÉCTICA DEL PODER

FAMILIA POLÍTICA

“Qué me importa que todo

comienzo tenga su final…”

Mario Fernández Porta

Nacer es empezar a morir, decía el gran Gautier, poeta, filósofo, escritor… francés del siglo XVIII, cuyo nombre trasciende al habla popular latinoamericana, por la mención que de él hace la canción Lamento Borincano, del compositor puertorriqueño Rafael Hernández “El Jibarito”. Gautier era un pensador profundo, un creador exquisito, un esteta… Como siempre, de su numen superior se pueden deducir frases aplicables a contextos muy diferentes en el tiempo y en el espacio; es el caso. También hemos compartido la filosofía de otro compositor popular cuando dice: “Ya los ojos del sol se han cerrado y con ellos se ha ido la luz; de violeta se viste la tarde, porque pronto la noche vendrá… ¡Qué me importa que la lluvia caiga despiadadamente…! ¡Qué me importa que el mar en la noche no quiera cantar…! ¡Qué me importa que en la vida todo tenga su comienzo…! ¡Qué me importa que todo comienzo tenga su final…!”

En un contexto diferente, histórico… los mexicanos estamos cada día más cerca de la terminación de un sexenio: luces para unos, sombras para otros; luces y sombras para una mayoría indolente que no se da cuenta, o que no le importa, lo que ocurre a su alrededor. Que se abstiene de votar o que vota seducido por la mercadotecnia electoral, sin reflexión, sin convicción, sin pensar en La Patria.

Entre los actores del teatro político, los que están adentro, responsables de papeles protagónicos y quienes están fuera también con un papel, solo que antagónico, sí están pendientes de cada segundo que pasa. Los primeros, preocupados por no heredar los mecanismos del poder que ahora detentan, a una persona o grupo dispuestos a seguir el estilo y las formas de su Mesías predecesor; ellos serán responsables de transmitir físicamente esos símbolos, a los que ellos arribaron sin salirse de los modelos que ya esbozaba Maquiavelo en la Europa renacentista.

Cuatro serían las formas que el creador de la Ciencia Política dedicaría al Gran Médicis, en forma de consejos a un príncipe hipotético: Al poder puede accederse primero por La Virtus; esto es, porque el ungido está lleno de cualidades, virtudes, fortalezas, valores… Segunda, por la fortuna: herencia, derecho de sangre… Tercera, por la fuerza; violencia, guerra, confrontación… Cuarta, por la voluntad y el cariño del pueblo (democracia). Sea como fuere, el gobernante, una vez conquistado el poder, está obligado a preservarlo, pues siempre habrá amenazas externas e internas en constante activismo para aprovechar sus descuidos, como oportunidades de recuperar el preciado bien (Poder) que ahora está en manos de sus enemigos. 

Basta con leer un poco la historia para darse cuenta que tarde o temprano todos los principados (estados, gobiernos, imperios…) tienen un principio y un auge antes de que, de manera inevitable, llegue el fin. El nuevo poderoso siempre tendrá a su alcance los medios de comunicación, los cuales le permitirán transmitir su pensamiento y aún desvirtuar la realidad, para que las culpas no recaigan sobre él, sino sobre sus antecesores y sus enemigos (que suelen ser los mismos).

El Príncipe, por mandato de la fortuna, también tendrá una luna de miel con el Poder, que podrá prolongarse o acortarse de acuerdo con las habilidades del propio Noble y sus consejeros. Cuando accede por la fuerza, también por la fuerza tiene que preservarlo, por eso Maquiavelo prescribía que es mejor ser temido que ser amado y que el Príncipe debe reunir en su persona la astucia del zorro y la fuerza depredadora del león. No sé qué aconseja el autor para el momento de la retirada; cuando las estructuras del propio poder se despedazan paulatinamente, los aliados se van, los amigos dan la espalda; cuando todo es tristeza y desolación… rondan los fantasmas del golpe de estado o de los poderes fácticos que pretenden dejar la legitimidad como simple entelequia, desprovista de cualquier tipo de fuerza y poder real. 

Como quiera que sea, se siente en el ambiente que algo está por terminar. Los mexicanos, pocas veces en la historia hemos estado tan confrontados; lo importante es que cada controversia nos hace más fuertes y más unidos en torno a nuestros valores ancestrales y futuros. Los seres humanos somos transitorios, pero ahí queda el México eterno; el México nuestro.

Cualquiera de los grupos en pugna puede inclinar la balanza a su favor, pero, gane quien gane, tiene que buscar la reconciliación, la unidad… Por el bien de todos.