La democracia permite disentir, la tiranía no…

La democracia permite disentir, la tiranía no…

Pido la Palabra

Democracia, palabra políticamente sagrada y enunciada hoy día como fuente de todos los bienes sociales y derechos fundamentales de los ciudadanos; el tema de la democracia es, sin duda alguna, la Biblia de todos los políticos que aspiran a trascender en el acontecer de sus buenos oficios, hablar de ella se hace indispensable para aquel que pretende llegar a los lugares más recónditos del País y anunciar sus ofertas de campaña en busca del voto; si no lleva a la democracia como bandera corre el riesgo de que le apliquen la muerte civil, o como dicen los chavos, que nadie lo pele.

Sin embargo, ante la democracia enfrentamos un embarazoso problema, la definición que sobre ella tenemos, o en el peor de los casos y como me dijo una persona a la cual le pregunté sobre su entendimiento de democracia, su respuesta fue: “a la gente le gustaría saber de lo que se trata”, es decir, que mucha gente ha hecho de esa palabra su escudo de guerra, pero no sabe exactamente lo que es.

Diariamente escuchamos a alguien que habla de ella, que en su nombre y ejercicio toma decisiones, que haciendo uso de los derechos que la democracia le otorga hace señalamientos y pronuncia discursos, pero, ¿qué es la democracia?.

Desde mi particular opinión y con base en la etimología de la palabra, la democracia es un gobierno del pueblo, es un sistema de organización, que adopta formas variadas, en el que las personas que la integran tienen la posibilidad de influir abiertamente y de manera legal sobre el proceso de toma de decisiones, es decir, es un sistema político que permite el funcionamiento del Estado.

Sin embargo, la interpretación que de la Democracia han hecho los actores políticos, particularmente en México, ha propiciado que esté sufriendo una deformación según los intereses individuales o de grupo que la use, o incluso, viciada en algunos casos por la ignorancia o por el abuso que de ella se pretenda hacer.

En ejercicio de la democracia llegan los representantes a la curul o al escaño, en nombre de la democracia nuestros representantes toman decisiones que dicen ser para favorecer a las mayorías, en abuso de la democracia algún orate elabora su lista de agresiones y las vierte contra aquellos que se atreven a disentir; luego entonces, ante tantos hijos que pretendemos adjudicarle a la democracia, ésta pierde paulatinamente su esencia de madre rectora del Estado.

La democracia disfrazada sufre un revés conceptual y se empieza a convertir en demagogia, lo lamentable es que a la vista del pueblo nos la pueden vender bastante deformada.

Otra deformación que paulatina y peligrosamente nos han ido inculcando respecto de la democracia, es pensar que al amparo de ella los ciudadanos tenemos la absoluta libertad de injuriar o agredir verbalmente a las personas; eso lo vemos a diario como lenguaje común en las redes sociales en donde pareciese que solo se espera que alguien opine algo contrario a intereses fácticos, para que se vayan con todo a la yugular, rompiendo el debate de ideas y cambiándolo por la violencia verbal; lo peligroso está en que de la palabra se puede pasar a la acción y luego pensar que no hay delito, solo ejercicio democrático.

Aquí cabe entonces otra percepción de la democracia, la que hacía James Madison al decir que “Las democracias siempre han ofrecido el espectáculo de la turbulencia y de la discordia, se han mostrado siempre enemigas de cualquier forma de garantía a favor de las personas o de las cosas”. 

La democracia no debe ser sinónimo de violencia, tampoco de chantajes o de abusos de mercenarios de la política, la democracia debe ser el medio que permita al ciudadano vivir en comunidad con libertad y no en libertinaje, aunque como decía Nelson Mandela: “Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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