TERRAZA
A mediados de 2014, se aprobó la reforma política electoral por el congreso de la Unión, aquella que pretendía un beneficio mayúsculo para la ciudadanía al fortalecer la democracia y reparar algunos “vicios” de los procesos electorales.
A unos días de las elecciones, poco hemos visto de los beneficios de aquel dictamen. Por un lado, los candidatos están confundiendo a los ciudadanos, tienen campañas parecidas entre ellos y navegan con los mismos slogans de siempre, unos más rimbombantes que otros, pero al final dicen lo mismo. Por si fuera poco, la falta de transparencia que ha mostrado la mayoría, fomenta el descontento y la apatía hacia el voto.
Los mexicanos hemos perdido importantes espacios de libertad en tópicos electorales, es notorio que tanto el INE, como cada uno de los candidatos, están despilfarrando millones en impulsar una imagen de “gobierno del pueblo” que cada vez es más difícil de mantener presente.
La desconfianza de los votantes potenciales es comprensible, mientras la crisis financiera está en su apogeo por la caída de los precios del crudo y en contraparte vemos a millones de mexicanos en situaciones de pobreza extrema, los candidatos de las elecciones 2015 no escatiman en los gastos de sus campañas publicitarias.
La suspicacia respecto a las elecciones no sólo recae en los partidos, una encuesta reciente realizada por Mitofsky, revela que el 29 por ciento de los mexicanos tiene poca o nula confianza en el INE, no es para menos, muchas determinaciones del Instituto han sido mal vistas por los ciudadanos. Un ejemplo son las increíbles consideraciones que tiene para con el PVEM, el cual viola la ley con su excesiva publicidad y no pasa nada se le fijan algunas multas para después volver a las andadas.
El proceso electoral 2015 está resultando tan tedioso como costoso. El monto de los 21 mil 634 millones de pesos que le fueron otorgados al INE este año, supera a los 15 mil 953 millones de pesos que le concedieron al IFE en 2012, periodo en el que además se eligió Presidente de la República. El 2015 será recordado en materia electoral, pues hasta ahora tiene el récord de portar las elecciones más caras de nuestra historia. Es vital que la palabra democracia nos cause buena impresión, los procesos electorales deben ser más llevaderos para todos.
El INE está pasando por un proceso de transición que lejos de comunicarse con el pueblo, lo aleja. Lo mismo con los candidatos, fuera del plagio de canciones de moda, deben empezar a preocuparse de mejorar “de adentro hacia afuera”. La transparencia quizás suene como una palabra de moda; sin embargo, siempre será sinónimo de credibilidad.
En conclusión, urge un dictamen que ponga orden a los procesos electorales y también, una sociedad que pueda confiar en sus líderes sin necesidad de despilfarros monetarios. De lograrse, las próximas elecciones reflejarían mayor participación de la ciudadanía y estaríamos más cerca de una verdadera democracia.