“El Hombre es lo que lee”.
PGH.
• Saber ayuda a la transformación positiva del ser humano. Cualquier sistema educativo que no comprenda y practique lo anterior, estará en crisis permanente, no pasajera, como sería lo normal
Desde que descubrí mi consciencia crítica (como estudiante primero y como profesor después), me parecieron cuestionables y hasta inútiles, los contenidos programáticos en la educación, anoto los siguientes ejemplos: ¿Para qué sirve a un abogado el conocimiento de la trigonometría, la física, la química y las ciencias naturales en general? A contrario sensu, un profesional de la ingeniería en cualquiera de sus ramas ¿no desperdicia tiempo y esfuerzo ante lo inútil que resulta el aprendizaje de la sociología, el arte y las humanidades? ¿No es la historia, para todos, un simple montón de hechos muertos sin relación con nuestra propia vida, inútilmente embalsamados en los libros de esa especialidad? De este sueño negativo, algunos despertamos tardíamente, otros permanecen dormidos para siempre. El camino para conocer nuestra circunstancia pasa por todas las ramas de la cultura. Leo, luego, existo.
Abrevar en la fuente del conocimiento universal no resulta fácil. En ocasiones captamos ideas que solo transmiten indiferencia y frío; suelen pasar años y aún décadas para percibir su grandeza y calidez. Después uno se pregunta: ¿Por qué mis sentidos y mi inteligencia no percibieron antes, que solamente la historia permite comprender a la propia sociedad y ayuda a discernir lo increíble que resulta el ayer para estructurar el hoy y diseñar el mañana? ¿Cómo no me di cuenta antes, de que la gran literatura no es una asignatura aburrida, sino una forma de magia que permite observar y compartir experiencias? La cultura de un pueblo es el conjunto de historias que le dan identidad, que dibujan su perfil en relación con sus propios orígenes y destino: las letras explican la biografía de una sociedad, su vida; los libros le dice a una nación la verdad sobre sí misma.
El académico alemán Dietrich Schwanitz, cita que James Joyce (en la que denomina novela del siglo “Ulises”) describe las aventuras por la ciudad de Dublín, del pequeñoburgués irlandés de origen judío Leopold Bloom, en episodios que siguen el modelo de La Odisea: “De este modo, Joyce quiere recordarnos que nuestra cultura es la de un país atravesado y bañado por dos ríos, uno de ellos nace en Israel, el otro en Grecia. Esos ríos son dos textos fundamentales que alimentan nuestra cultura con ricas historias: el primero es la Biblia hebrea; el segundo, la doble epopeya griega de la invasión de Troya: La Iliada (en griego, Troya se dice Ilión) y La Odisea: el viaje de regreso del astuto Ulises, desde la destruida Troya hasta su casa, en Itaca, al encuentro de su esposa Penélope y de su perro Argos”.
Sigue diciendo Schwanitz “el autor de estos dos poemas épicos es Homero, el autor de La Biblia, es Dios: Homero no podía ver; Dios, no podía ser visto”.
Saber ayuda a la transformación positiva del ser humano. Cualquier sistema educativo que no comprenda y practique lo anterior, estará en crisis permanente, no pasajera, como sería lo normal.
El intelecto no es suficiente para medir las aportaciones de la cultura a nuestra vida biográfica; en este sentido, el órgano de percepción es la propia aventura de vivir. El interés es directamente proporcional al nivel de influencia que el conocimiento tiene en nuestra existencia. ¿Por qué hay figuras que nos resultan familiares, aunque nuestro contacto directo con ellas sea mínimo? Por ejemplo, Don Quijote de la Mancha es el arquetipo universal del ideal; su figura entra más por el sector emotivo que por el intelectivo de nuestra consciencia. Lo mismo podría decirse de Adán y Eva, Luzbel, Jesús de Nazareth y otros personajes de las mitologías: griega, judaico-cristiana, nahuatl… Con estos seres (no siempre reales) tenemos más una relación de irreverente camaradería, que un conocimiento académico de lo que significan. Es decir, cuando se asimilan a nosotros, pierden un poco su esencia de mitos, para acercarse a compartir nuestras insignificantes y efímeras vidas. Claro: nosotros nos vamos, ellos permanecen.
En conclusión: la cultura es el alma y vida misma de los pueblos. No tomarla en serio es delito de lesa patria.
LA BIBLIA, LA ILIADA, LA ODISEA: nuestras raíces.
(Soneto)
Como ríos que viven y dan vida,
Libros en la cultura de occidente
Son del saber la primigenia fuente,
De inteligencia y fe, digna guarida.
La Biblia, que por Dios fue concebida
En desérticas tierras del oriente:
Libro de libros, mítica vertiente
Y ley de leyes, nunca obedecida.
Cuenta la historia que un Homero ciego
Pudo plasmar en magistrales versos
El esplendor del universo griego.
De la pequeña chispa nace el fuego
Y nacen de las letras universos:
Cultura es unión de los diversos.