La carta (Parte 1)

ANDANZAS

Por favor, si alguien lee esta carta les suplico que me ayuden, que traten de buscarme pues sigo vivo. Aún no logro entender cómo es que sucedió todo, pero aquí adentro es un infierno, están tratando de exterminarnos poco a poco.
Dicen que uno de los que dormía a lado mío ya no está aquí; es decir, que ya lo mataron, pero no sé, todo es muy confuso desde que llegué. Por favor ayúdenme. No puedo dar referencia del lugar en dónde me encuentro. Me secuestraron junto con Daniel.
Íbamos caminando por la calle, estábamos muy cerca del centro. Un automóvil color negro se nos acercó, lo primero que pensé es que nos iban a preguntar alguna dirección o algo, pero no.  Se bajaron tres hombres y comenzaron a agredirnos verbalmente; de inmediato Dani me tomó de la mano, me jaló para escapar pero fue prácticamente imposible, los hombres nos acorralaron y comenzaron a golpear.
A Dani lo sujetaron de los brazos y otro le dio una patada en el estómago, fue tan fuerte que le sacó el aire y tardó en reaccionar; mientras tanto a mí me dieron un puñetazo en la nariz. Sentí como el dolor se expandía por toda la cara, me quedé tirado en el suelo tratando de reaccionar mientras la sangre me salía a chorros, fue tanta que percibí el sabor en los labios, después en mi boca.
A ambos nos levantaron. El conductor del automóvil, un tipo de barba y gafas, fue el que dio la indicación para que nos metieran a la cajuela. “Suban a esos maricones”, dijo; y los otros tres obedecieron mientras nos quitaron los celulares, carteras, cigarros, todo lo que llevábamos. 
Nos aventaron atrás del coche y lo que único que podía observar entre la obscuridad era la cara de angustia de Dani; tenía los ojos bien abiertos, estaba alerta pero asustado, temblando de miedo, no decía palabra alguna. 
La sangre no paraba, ya estaba manchado por todas partes, desde el pantalón hasta los zapatos. Me quité la playera y la usé para limpiarme y taparme como pude las fosas nasales. Me costó trabajo ya que íbamos muy rápido, no sé a qué velocidad pero varias veces me golpeé con los extremos del automóvil.  También intenté que Dani hablara pero estaba mudo, sudando, en shock. Recordé que alguna vez me contó su miedo a los espacios tan pequeños y cerrados.
Frenamos de golpe. Los tipos nos sacaron violentamente de la cajuela. Daniel inhaló fuerte y luego gritó pidiendo ayuda, sin embargo un puñetazo en la cara lo cayó de golpe. Lo separaron de mí y se lo llevaron a la parte trasera de la casa en donde nos tienen secuestrados. Hay un patio muy grande con una fuente en medio, luego está la casa, amplia por dentro y con varios cuartos.
Subimos las escaleras que están justo a la derecha y me obligaron a entrar a una habitación. Había otros chicos adentro y cuando me vieron suplicaron ayuda. Pero yo no pude hacer nada, era uno más en la lista. Me asomé rápidamente por la ventana buscando a Daniel pero sólo logré ver parte del patio trasero.
“Tranquilo”, me dijo uno de los jóvenes. Lo miré a los ojos y observé como tenía moretones por toda la cara. Me solté a llorar sin explicarme qué era lo que estaba sucediendo.

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