Kim Jong-nam, una vida y una muerte de película

“No tenemos donde escondernos. La única manera de escapar es optar por el suicidio”. Con estas palabras Kim Jong-nam había suplicado en una carta de 2012 a su hermano menor, el líder supremo norcoreano Kim Jong-un, que cancelara la orden permanente de matarle, según Corea del Sur.

Cinco años más tarde, en un mensaje inequívoco contra posibles adversarios del régimen, el hijo mayor del “Querido Líder” Kim Jong-il ha sido asesinado en un aeropuerto malasio.

Su vida ha sido tan novelesca como su muerte. Fruto en 1971 de la relación extramarital de su padre con la actriz Song Hae-rim, entonces casada, pasó sus primeros años a cargo de su abuela.

Fue enviado a estudiar primero a Suiza, y después a Moscú. Aprendió a desenvolverse en inglés y francés, y a disfrutar de lo que él llamaba “la libertad” y otros, “la buena vida”. Su gusto por la vida nocturna proviene de entonces.

Ante las noticias de comportamiento escandaloso que llegaban de Europa, el joven Kim fue regresado a Corea del Norte. Allí se convirtió, en el ojo derecho de su padre y favorito para la futura sucesión. Hasta que Kim Jong-il empezó a prestar más atención a sus hijos menores, Kim Jong-chul -un guitarrista de talento y descartado como heredero por unos gustos que su padre consideraba demasiado afeminados- y Kim Jong-un.

Jong-nam se trasladó a Macao, la ciudad donde pasaría la mayor parte de su tiempo hasta su muerte. Mujeriego (se le conocen dos esposas y diversas amantes) y gustador de los casinos, siempre sostuvo que no tenía ningún interés en intervenir en la política de su país. Sin embargo, en comentarios al periodista japonés Yoji Gomi, Jong-nam expresó su oposición al sistema dinástico implantado en su país. Consideraba imprescindible realizar reformas para que Corea del Norte, y opinaba que las reformas supondrían la caída de la dinastía. Su hermano Jong-un -creía-, era solo una marioneta en manos de otros más poderosos.

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