Juguetes tradicionales, lo que el ojo no ve

De generación en generación, los juguetes tradicionales como el trompo, el yoyo y el balero son inconfundible dentro de un sector de la población. Ese sector que no jugaba frente a una pantalla, y sí frente a un árbol, un terreno baldío, su casa o algún otro espacio al aire libre.

 

Jesús Ortega Jiménez tiene aún presente esos tiempos, y es por ello que presenta sus creaciones dentro del pabellón artesanal que se encuentra en la Feria de San Francisco, pues él desea que este tipo de tradiciones no encuentren un fin, en un futuro cercano.

 

Con 16 años de experiencia, el señor realiza en 10 minutos diferentes tipos de juguetes a partir de un trozo de madera mediante un pequeño torno y muestra a todo aquel que guste, la manera en que estos son hechos y todo el proceso “busco darle un realce” añade.

 

Por iniciativa propia, Ortega Jiménez comenzó a realizar estos juguetes, pues indica que la idea nació para que los niños conocieran las cosas con las que jugaban sus papás o sus hermanos mayores, “este es el juguete más tradicional, y no me gustaría que se perdieran”.

 

“En mi familia nadie trabajó de la madera, es algo que a mí me nació de repente porque no quiero que esto se termine y que las tradiciones tengan un final así” dice, “lo voy a seguir haciendo hasta que Dios me preste vida, porque en verdad no quiero que se olvide”.

 

Jesús dice que cualquiera cree que es fácil por el tiempo en el que lo hace, pero no se valora de manera suficiente el trabajo que se lleva a cabo antes de ponerlo a la vista de todos, ya que “no solamente es así por así, antes se debe ver el tamaño de la madera y decidir qué es lo que harás”.

 

Añade que lo que le da un valor extra a su artesanía es el hecho de que son productos únicos, ya que no hay una medida promedio o algún molde que haga a todos igual, “si te das cuenta, solamente es mi mano la que trabaja, y con ella no hay algo que haga unas medidas idénticas’’.

 

“Si muchos encontraran un pedazo de madera en la calle, te aseguro que no le hacen caso, es más, hasta lo patean. Pero si se encontraran un yoyo, un balero o un trompo de madera te aseguro que hasta se pelean y buscan adueñárselo lo más pronto posible”, señala.

 

“Hay muchas veces que todos creemos que vemos algo, pero en realidad no sabemos ver más allá de lo que hay acá. Yo te presento un poco de mi material, pero en realidad es un trompo, es algo que el ojo no ve de primera”, indica reflexivo el artesano ixmiquilpense.

 

Señala que lo más complicado de su trabajo es realizar los yoyos, pues es un juguete que necesita una atención especial durante su producción, “ahí no solamente es hacerlo así porque sí, se necesita pasar varias veces por el torno porque debe quedar bien balanceado, hay veces que queda un lado más pesado que el otro”, comenta.

 

“La gente a veces no apoya, y este trabajo se está acabando porque no consumen”, relata, “a veces las personas que van pasando dicen esto ya es pasado, ya no interesa y hay ocasiones en donde encontramos alguna persona que mencionan que es tradicional y traen a los niños a verlos”.

 

“Yo me mantengo de esto, y a veces no sale, pero no me rendiré en demostrar lo bonito que son estos juguetes”, dice con voz enérgica y señala que se ha estado dedicando a instruir a jóvenes en el tratado de la madera y sobre todo decirles el origen de cada pieza, pero sobre todo a enseñarles a observar todo aquello que un normal pueda ver.

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