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Irremediablemente

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PEDAZOS DE VIDA

La noche que comenzó formalmente mi muerte, no hubo patrullas ni ambulancias, llegué al hospital en tiempo y forma, y tras unas horas comencé a morir, a sentir el frío de la noche, la sangre que escurría por mi cuerpo y el aire que golpeó mi cara, luego comencé a sentirme bien, el frío desapareció y hubo esperanza de que pronto saliera del hospital para regresar algunas veces hasta que por fin llegara aquél día en el que dejara de respirar. 

Siempre hubo una posibilidad de que alguna de las decisiones tomadas me condujera a la muerte: una hemorragia; correr y que de pronto me desplomara en el campo como lo hacían algunos futbolistas; ahogado en las visitas al mar o a los ríos; hubo oportunidad de electrocutarme con algún cable mal puesto; la intoxicación también estuvo dentro de las probabilidades; pero mi muerte quizá será tan ridícula que no tengo idea de cómo será. 

Hubo un tiempo en el que pensé en que podía decidir cómo y cuándo sería, pero nunca me atreví a matarme, porque en todas las formas pensadas surgía un pensamiento de cómo sería mi vida si no lograba mi cometido y en vez de morir quedara lastimado, sin poder hablar o ver, en silla de ruedas o entubado a una cama de hospital sin que mi familia se decidiera a desconectarme. La muerte no es un juego en el que podamos decidir, aún cuando te suicidas es tiempo exacto para morir, de lo contrario quedas vivo y sigues muriendo por el resto de tus días pero  sin morir de forma definitiva. 

Aquella noche irremediablemente comenzaría mi muerte, no había otro camino, no había forma de seguir cobijado por la vida, cuando la bala atravesó mi hombro hubo problemas, pero no llegué a la muerte, poco a poco recuperé la movilidad pero el suceso no concluyó en mi muerte, tampoco el consumo de cigarro y alcohol hicieron lo suyo. Definitivamente uno muere como se debe morir, eso sí, siempre irremediablemente. 

Cuando sujetas a otra persona, y le cortas la garganta, cuando disparas y aciertas en su cabeza, cuando miras los cuerpos inertes, tirados en el suelo, sin más remedio, entonces te das cuenta de que era su tiempo, porque si no lo fuera seguirían vivos, y comprendes que no eres tú el que los mató, sino que había llegado su tiempo y que tras las circunstancias, su muerte se había hecho definitiva, que el asesino no eres tú sino el tiempo perfecto en el que estaban programados. 

La noche en que mi madre llegó al hospital, me dio la vida, según se dice, pero en verdad comenzó mi muerte y la de muchos más, sólo espero el momento definitivo para que culmine mi proceso porque irremediablemente, he estado muriendo siempre…