RELATOS DE VIDA
Se habían vestido con toda la solemnidad que representaba un servicio funerario, durante muchos años se han dedicado a garantizar que el último adiós de un difunto fuera digno y que la atención a los deudos fuera con calidez y de calidad.
Momentos antes habían recogido el féretro para llevarlo a la misa de cuerpo presente, y circulaban a paso lento hacia la iglesia; sin embargo algo estaba fuera de lo común, Javier, el dueño de la empresa le comentó a su hijo Abraham que lo acompañaba – Me siento algo raro.
El más pequeño de la familia preguntó – ¿qué te pasa, qué es lo que sientes? – siguiendo con la conversación respondió – Pareciera que me falta el aire, es como un presentimiento, como una presión en el pecho – y el joven argumentó – posiblemente tres muy apretada la corbata, además de que no desayunaste bien.
Al cabo de unos minutos más llegaron a la iglesia, bajaron el féretro y lo acomodaron frente al atrio, y regresaron a la carroza para esperar a que terminara la ceremonia y descansar un poco, después de la desvelada.
Y de repente una sacudida de Javier alertó a su hijo Abraham, quién se percató que su padre se había desvanecido, al sacudirlo fuertemente y no recibir respuesta lo movió hacia la derecha y tomó el asiento del piloto, encendió el motor y pisó el acelerador para llevarlo a la clínica más cercana.
Una vez en el nosocomio, fue recibido por médicos, lo acomodaron en una camilla mientras preguntaban lo que había pasado, lo introdujeron rápidamente solicitando a Abraham que esperara, instrucción que le permitió llamar a su madre, quien no tardó en llegar.
Después de explicarle la situación, Abraham volvió a la iglesia para recoger al difunto, y llevarlo a su última morada; pues debía concluir con el servicio que habían ofrecido; aunque la preocupación y la incertidumbre significaron una pesadilla.
Una hora después y al no haber recibido llamada de su madre, se dirigió al nosocomio, le informaron que su padre había sufrido dos paros cardiacos, y por más esfuerzo en acciones de resucitación, no pudieron salvarlo.
Abraham abrazó a su mamá quien se encontraba sentada llorando por la pérdida, durante un buen tiempo permanecieron así, hasta que lo llamaron para firmar los papeles que le permitían llevarse el cuerpo de su papá.
Lo subieron a la carroza y se encaminó al lugar donde 24 horas antes preparaban el cuerpo de otra persona; el procedimiento duró más de lo normal, el verlo postrado en la plancha le impedía realizar el trabajo como habitualmente lo hacía.
Decidieron velarlo en casa, familiares, amigos y personas cercanas acudieron en apoyo a la familia; al siguiente día partieron a la iglesia y después al camposanto donde le dieron cristiana sepultura; y agradecer a los presentes su asistencia, cuando en lo lejos alcanzó a escuchar una voz de mujer que decía – las ironías de la muerte, ofrecía un servicio funerario y la muerte también le llegó.