Home Orbe “Irma” deja siete millones sin luz en Florida

“Irma” deja siete millones sin luz en Florida

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Pruebas para un torpe que niega el Cambio Climático

    •    Carreteras y aeropuertos cerrados, comunicaciones cortadas, problemas de suministro. La gigantesca tormenta causa inmensos daños en la península


Irma se había anunciado como un azote cargado de muerte. Nacido a finales de agosto en las costas de África, había devastado el Caribe antes de enfilar a Florida. A su paso por las Islas Vírgenes, San Martín, Barbados y Cuba cobró 37 vidas y destruyó largas áreas costeras. Con categoría 5 se mostraba como el más poderoso registrado nunca en la zona. Pero en su camino hacia Florida perdió fuelle y a medida que pasaban las horas redujo su fuerza. El golpe, aún así, fue tremendo
Florida vivió el día después sin dejar de pensar en el pasado. Emergió el inmenso daño causado a su paso por la península. Siete millones de usuarios sin luz (33% población), fallos generales en la conexión telefónica, los principales aeropuertos cerrados, carreteras cortadas, amplias zonas marítimas inundadas, problemas de suministro de gasolina y daños por valor de hasta 50.000 millones de dólares. Un escenario grave que sacó a la luz la debilidad de las infraestructuras de EU, pero también su enorme capacidad para reconstruirse y salir adelante.
Miami fue durante una noche una ciudad fantasma. Pasado el huracán, bajo el toque de queda, las calles de esta urbe de 5,3 millones de habitantes quedaron vacías. Pequeña Habana y Ocean Drive, los coloridos íconos de su vitalidad, eran espacios quietos. Se podía conducir a lo largo de kilómetros sin hallar a nadie. Ni vecinos ni perros; sólo coches patrulla y una sucesión de palmeras y postes caídos que hacían impracticables la mayoría de los accesos. Suspendida en un bochorno tropical, entre ráfagas de lluvia y el aroma de tierra rota, la capital de la luz se había apagado.
Fue al amanecer cuando la ciudad intentó su vuelta la vida. Irma ya quedaba lejos. El monstruo meteorológico se había transformado en una tormenta tropical y avanzaba desfalleciente por el norte, hacia Georgia. La gente, ya sin amenaza, se animó a salir poco a poco.
Los comercios estaban casi todos cerrados, no había transporte público, y la luz y el teléfono no funcionaban en amplias zonas. Pero muchos, hartos de estar encerrados desde el sábado, querían respirar y ver el sol. Otros simplemente estaban desinformados y buscaban respuestas.
“Ni sé si se trabaja hoy, ni si el huracán ha hecho daño” decía María, cubana de 52 años, que caminaba rumbo al Burger King, donde cobra 8,5 dólares la hora. “No vaya a ser que abran, no esté y me despidan”.
Por Pequeña Habana andaba también el anciano Roy Hernández, un compatriota con más de 30 años de vida en Miami y un cigarrillo eterno en la boca. “Casi todo el mundo estaba preparado. Nosotros, en casa, guardamos comida y pusimos contraventanas. No me pareció nada del otro mundo. Yo viví el huracán Flora allá en 1963 y eso sí que fue…”, comentaba.
La gran tragedia había pasado de largo en Miami. Y también de Florida. Aunque los daños resultaron inmensos, muchos pronósticos fueron más allá que la realidad.