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Invidentes lucharon por su derecho al trabajo digno en la Ciudad

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Mochilazo en el tiempo
  •    “Muchos han sacado adelante sus carreras universitarias por medio de la venta de discos en los vagones… El Metro es un lugar muy valioso en términos de comercio”


No fue lo más sonado de los años 50. De hecho, las protestas de personas ciegas de aquella década apenas abarcan unas líneas en los archivos de este diario. Sabemos que ocurrieron por las noticias en los periódicos viejos y por los negativos resguardados en sobres que no se habían abierto en años. En enero de 1953, los puestos de 182 personas con discapacidad visual fueron retirados de los alrededores de la Plaza de la Constitución. Agrupados en ocho organizaciones, las personas ciegas exigieron una indemnización a las autoridades por la pérdida de sus mercancías. En las noticias se dijo que les habían ofrecido espacios en bibliotecas públicas de la Ciudad y otros edificios.
Pero una semana después de las negociaciones, los manifestantes desmintieron que hubieran llegado a un acuerdo. Para marzo aproximadamente 100 comerciantes fueron dispersados por la policía durante una protesta. Los inconformes se pararon frente a Palacio Nacional y comenzaron a gritar consignas en contra del gobierno por no permitirles vender sus mercancías o pedir dinero en la vía pública. La doctora Mariana Hernández Flores, especialista en temas de inclusión de personas con discapacidad, expone que se trata de un sector politizado que se moviliza ante las injusticias o violación de sus derechos.
“Muchos han sacado adelante sus carreras universitarias por medio de la venta de discos en los vagones. El Metro es un lugar muy valioso en términos de comercio”, explica. Sin embargo, detalla que muchos han caído a las vías y a otros los empujan o tiran sus bastones: “Hace años había un acuerdo para que comerciantes ciegos vendieran sus productos en las llamadas tarimas. Y todavía en algunas estaciones del Metro se pueden encontrar”.
Las tarimas (pequeños mesa-bancos metálicos) funcionaron como puestos de venta de dulces, botellas de agua y otros productos en el transporte masivo, antecedentes de los espacios anaranjados que vemos en las estaciones.
En lucha constante. Jesús Silva es vendedor en uno de estos espacios en la estación 18 de Marzo. Lo encontramos bajando lentamente por las escaleras del edificio donde él y otros ciegos toman clases de computación, masoterapia, bisutería o sistema braille.
Cuenta que hace algunos años se enfermó de sarampión, la cual no fue atendida adecuadamente y cuyas secuelas fueron irreversibles: poco a poco perdió la vista. “Como no fue una cosa tan espontánea, me fui adaptando rápido. Estaba como un reloj: hasta donde aguantó la pila”, dice. Jesús estudió hasta cuarto semestre de la carrera de pedagogía, pero pronto tuvo que tocar su acordeón en los vagones del Metro.
Un día se acercó a la Asociación Mexicana de Invidentes y Débiles Visuales, en la colonia Guerrero, a los talleres de reinserción laboral. Así consiguió una tarima en el Metro, donde hasta la fecha vende dulces y galletas.
“Me han llegado a comprar con billetes falsos. Luego agarran tres productos y pagan uno. Esa es la dificultad, la falta de conciencia de la gente y que uno está ahí por necesidad”, lamenta. Los muebles anaranjados de venta de dulces fueron resultado de una larga lucha de grupos vulnerables en la búsqueda de un trabajo digno.
Integrantes de la Asociación Mexicana de Invidentes y Débiles Visuales comentan, en entrevista, las oportunidades y ventajas de su actividad. Desde personas ciegas que caían a las vías o quedaban atoradas entre los vagones, eran riesgos que asumían en su trabajo diario como vagoneros. Ahora se dedican a las ventas en las tarimas y aseguran que cada mueble da trabajo al menos a seis personas.
Norma Téllez Casillas perdió la vista en un accidente a los cuatro años. También tuvo un trabajo como vendedora ambulante en el Metro, pero ahora atiende una de las tarimas. “Nunca hemos estado en esa actitud de que ‘nos regalen porque estamos cieguitos’. No. Esta es una asociación que busca la dignificación de los ciegos ante la sociedad”, opina.