Interrogatorio

LA GENTE CUENTA

-¿Nos vas a decir para qué lo tenías?

    Una figura autoritaria, de traje café, puños cerrados y el ceño fruncido, se colocó enfrente de Roberto, mientras que los ojos retadores del joven no soltaban la mirada a unos ojos furibundos.
    Alrededor de ellos se formó una sala de interrogación improvisada, con algunos maestros curiosos, y a pesar de que la policía ya estaba presente en aquella escuela, el director ansiaba obtener la respuesta a una pregunta que, al parecer, nunca se iba a responder en ese momento.
    -No solo te expulsaré de la escuela, sino que también me encargaré de que pases mucho tiempo tras las rejas. Ahora responde, bribón, ¿qué hacías con un arma en mi escuela?
    Las últimas palabras resonaron en las paredes con tanta fuerza, que las personas presentes sintieron una especie de escalofrío en sus cuerpos. En algún momento la situación se iba a salir de control.
    -¡Dime algo, maldita sea! –se exasperó el director. Roberto simplemente suelta una pequeña carcajada. El comandante de la policía tuvo que intervenir.
    -Escuche, director, le recomiendo que se calme y que nos deje trabajar a nosotros. No queremos que se exponga a una situación más embarazosa.
    -¿Más? –aquel rector comenzaba a perder el control-. ¿Se da cuenta que está en juego el prestigio de esta escuela? Los medios estarán encima de nosotros, los padres de familia serán más enérgicos con nosotros…
    -Lo entiendo, señor. Pero comprenda que gracias a esto no tenemos víctimas que lamentar. Déjenos a nosotros resolver esto.
    El director se tuvo que retirar a regañadientes, y esperar al menos que la policía lograra sacarle una confesión a Roberto.
    -¿Tu nombre es Roberto Marqués, verdad? –inquirió el uniformado. El chico solo alcanzó a mover la cabeza.
    -Mira… tienes enfrente una situación bastante sensible y compleja. Te veo y me pongo a pensar en los casos de chicos que llevan armas a las escuelas y matan a diestra y siniestra. ¿Tú tenías a algún objetivo en especial, o planeabas divertirte un poco?
    Roberto se inclina un poco de su asiento, dispuesto a hablar. La concurrencia dentro del pequeño recinto guarda silencio, esperando una respuesta.
    -No voy a hablar –dice finalmente. No sin mi abogado.
    El director de la escuela frota sus manos sobre su cara por la frustración. Todos lo interpretan: es inútil sacar una simple confesión en estas circunstancias.
    Los oficiales levantan a Roberto de su silla y lo esposan. Y en el momento de que salen de la escuela camino a las patrullas, Roberto hace una mueca burlona, amenazante. El director entiende la indirecta, pues no era la primera vez que hacían este tipo de careos.

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