LA GENTE CUENTA
Dos años después…
Es increíble ver cómo pasa el tiempo, antes estabas aquí, celebrando un año más de vida, compartiendo buenos momentos con los amigos, con tu familia, con la chica que te gustaba, y que cada vez que la mirabas, sus ojos brillaban de forma especial.
Aún recuerdo las veces que en la escuela los conocidos se detenían a felicitarte, a darte un cálido abrazo y a mostrarte sus mejores deseos, mientras tú ibas apurado a tus aulas, pues los exámenes y los trabajos finales no suelen respetar fechas ni onomásticas, mucho menos días feriados.
Solo tenías una hora entre una clase y otra, y eso bastaba para que entre muchos trajéramos lo que nuestro presupuesto nos permitía: un pastel pequeño, un par de cajas de pizza y unos refrescos… Realmente no importaba mucho lo que traíamos en la mano en ese momento, mientras te lo dábamos con mucha humildad y gusto.
Pero la mejor parte era después de clases, cuando las tareas y las presiones propias del final del semestre quedaban dentro de los salones, las dejábamos atrás para festejarte cono debías, cerca de tu familia, de sus mejores amigos, con un pastel más grande y delicioso. El día terminaba, y tu rostro de felicidad era algo que nos conmovía a todos.
Dos años después… Aún no podemos concebir que la vida suele jugar bromas muy malas, que el destino haga que ahora recordemos esos días con cierta tristeza, con el alma y el corazón destrozados, pero con la convicción de que sigues presente con fas fuerza que nunca, remembrando la fortaleza y el estoicismo con las que sobrellevaste esta vida cruel.
No puedo negar que aún no hemos superado ese momento triste, pero aquí, en la tierra, sabemos que nunca nos quisiste ver tristes, que siempre pediste que cada vez que pensáramos en ti, lo hiciéramos de buena manera. Confieso que es difícil, pero lo estamos haciendo.
Y aquí, sobre esta mesa, un pastel con 25 velas reposa sobre la penumbra, con la espera de que alguien las sople y que la vida vuelva a ser como la de antes…