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Historias de Buró

Llegarás a una desviación, elige la carretera vieja y escarpada, desde ahí hay varios señalamientos que te indican cual es el camino para llegar a Talixco, no hay pierde.
¡Maldito viejo! Pensaba mientras miraba cuál de las dos carreteras viejas y escarpadas debía tomar para llegar a mi destino, llevaba horas perdida y al parecer todos a los que preguntaba me habían dado indicaciones falsas o mal explicadas.
Después de un largo rato de meditar y sin ver un alma pasar, opté por la más vieja que vi. Sobre ella manejé por una hora hasta que logré ver un pequeño poblado con apenas unas treinta casas que rodeaban un lago.
¿Esto es Talixco? Pregunté a una anciana que tejía una canasta de mimbre. – No, Talixco es para el norte- Dijo con una sonrisa en su rostro como disfrutando mi confusión  -Aquí es Tocuxtla. Y agradeciendo de mala gana di la vuelta y regresé al viejo camino. Maldición y ni un sólo señalamiento por la carretera-  pensé.
Al llegar nuevamente a la desviación tomé el otro camino, y aunque al principio no lo era, más allá se volvía tan peligrosa esa carretera que varias veces sentí el temor de caer al barranco.
-Señalética, señalética-  Pensaba constantemente esperando ver algo que me dijera las condiciones del camino y para donde iba realmente, sin embargo no vi nada. Hora y media más tarde volví a llegar a otro poblado, ahí apenas unas cinco casas se veían sobre la avenida principal. Sólo un pequeño salió corriendo al escuchar el motor del carro.
¿Usted es Carmen Flores? Gritó  medio camino de mí y con un movimiento de cabeza dije que sí. Corrió hasta donde estaba y tomó mi mano para apresurarme, aun no terminaba de asegurar mi vehículo cuando me dijo, aquí quién se lo va a robar. Y me sentí como estúpida.
Al entrar, doña Zeferina ya me esperaba, recostada sobre la cama aguardaba a mi diagnóstico médico, aunque según me dijo anteriormente, no pensaba tratarse de cual fuera su enfermedad sólo quería asegurarse que lo que la estaba matando no fuera un embrujo que se le pasaría a su familia al no estar ella.
Terminé allí y volví de regreso, el muchacho que anteriormente me había encontrado se ofreció a guiarme hasta la desviación y durante el trayecto me mostró los cientos de señalamientos que hay para llegar a Talixco. Una vieja tabla de madera con el nombre escrito, un árbol, una roca, hojas de libreta, en fin. Todos decían “Doctora por acá es Talixco”.