Incertidumbre obliga a planear sobre la realidad y dejar el optimismo

NÚMEROS CLAROS

            La realidad muestra que la mezcla mexicana de petróleo de exportación ha perdido más de 9 dólares en las últimas semanas y su cotización fluctúa sobre los 41 dólares por barril, cercano a los precios de 2008, año en que estalló la crisis actual del capitalismo, caracterizada por la especulación reinante en los mercados y el aumento de la desconfianza de los inversionistas.

 

Improvisar no es un buen principio de la planificación, aún cuando ésta sea flexible e indicativa. La propuesta de Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos 2016 entregada por el Ejecutivo Federal al Poder Legislativo, parece estar condenada a ajustes constantes por parte de quien la elaboró e hizo la propuesta.

            Esto, sin duda, podría desorientar la discusión, pues si los Criterios Generales de Política Económica presentados por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), que constituyen las líneas generales para diseñar la política de ingresos y gastos del gobierno federal para 2016, se modifican con cada cambio en la coyuntura, a diestra y siniestra, podrían enredar las cosas.

            La SHCP ya ha hecho su propuesta del “Paquete Económico 2016” y ya no es momento de proponer ajuste, sino de dejar a los legisladores analizar su contenido y esperar a que se concrete una propuesta inicial. Posteriormente, en base a ella, podrían comenzar los diálogos entre legisladores y representantes del Ejecutivo Federal a fin de ir perfilando tanto la Ley de Ingresos como el Presupuesto de Egresos 2016; pero por ahora, lo mejor que podría hacer el Secretario de Hacienda, el Dr. Luis Videgaray Caso, sería dejar las cifras presentadas sin modificaciones, en espera de la contrapropuesta de los legisladores.

            En principio, el objetivo del presupuesto en discusión es poder lograr un déficit público cero, hacer que los ingresos correspondan exactamente con los gastos; pero sigue siendo un presupuesto basado en los ingresos petroleros, sin duda; lo que hace que esté más expuesto a modificaciones sí los mercados petroleros continúan presentando el actual comportamiento a la baja, pese a la compra de pólizas para cubrir los riesgos de la caída de los precios del petróleo y otros instrumentos para “blindar” la economía que se compren.

            El continuo desplome de los precios internacionales del petróleo no es difícil de predecir, tomando en cuenta que en los últimos años diversas empresas acumularon petróleo en barcos flotantes alrededor del planeta, y que los acuerdos con Irán sobre el uso de la energía nuclear harán que este país multiplique su oferta de petróleo, provocando una caída mayor de los precios de los hidrocarburos.

            En principio, el Gobierno Federal ha justificado el ejercicio de un menor gasto público para 2016, debido a menores ingresos provenientes de la extracción y venta del petróleo. La Secretaría de Hacienda ha estimado un precio mínimo para la mezcla mexicana de petróleo de 55 dólares el barril, 24 dólares menos que lo previsto en el presupuestó 2015; con lo cual podría obtener ingresos petroleros de 950 mil 310 millones de pesos, 23% menos que los que espera obtener en este año.

            Sin embargo, ha que considerar que la incertidumbre económica y financiera en el mundo es la clave para la planificación predictiva actual. El optimismo desbordado del gobierno por el éxito de las reformas aprobadas y su puesta en marcha es más retórica que realidad, por lo que hoy constituye su principal enemigo. Es preciso dejar el optimismo a un lado y comenzar a planear la economía nacional en base a la realidad, no sólo de la evolución de los mercados del petróleo y del resto de las materias primas, sino de la realidad nacional, caracterizada por un aumento paulatino de la pobreza, que ha pasado ya de 53.3 millones de pobres en 2012 a 55.3 millones en 2014.

            Desear y prometer tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), superiores al 5% no es un problema, se puede ser arrógate y plantear ese principio mil veces en los discursos. El problema es que para alcanzarlas se hace preciso planificar cómo lograrlas, establecer metas, definir mecanismos e instrumentos para ello y la apertura energética no es suficiente para ello. Por esta razón, las proyecciones oficiales para 2016 prevén, ya no el 4.9% originalmente considerado, sino un crecimiento de la economía dentro de un rango de entre 3.3% y 4.3%; del que seguramente se harán dos o tres ajustes en el año hasta dejarlo debajo del 3%.

            La realidad muestra que la mezcla mexicana de petróleo de exportación ha perdido más de 9 dólares en las últimas semanas y su cotización fluctúa sobre los 41 dólares por barril, cercano a los precios de 2008, año en que estalló la crisis actual del capitalismo, caracterizada por la especulación reinante en los mercados y el aumento de la desconfianza de los inversionistas.

            Sólo algunos datos.

El precio de la mezcla mexicana de petróleo el miércoles se vendió 41.41 dólares por barril; mientras que el lunes había concluido la jornada en 41.28 dólares por barril. En tanto, en los mercados internacionales los precios del petróleo siguieron bajando; sufriendo los efectos del desequilibrio entre un exceso de oferta y la desaceleración de la demanda mundial, especialmente de China, cuya economía parece crecer a un menor ritmo, por debajo de sus tasas de 9.5% y 7.% a las que acostumbro a los analistas en el pasado.

El jueves, el barril de petróleo Brent que se vendía a 48.88 dólares, registrando un nuevo mínimo en seis meses, para llegar a su nivel más bajo del año de 45.19 dólares. En tanto que, el crudo ligero estadounidense, el West Texas Intermediate (WTI), cerró con una baja de 49 centavos, es decir, un 1.09% menos, al venderse en 44.66 dólares el barril, después de tocar un mínimo de cuatro meses y medio de 44.20, muy cerca de su peor nivel del año de 42.03 dólares por barril.

Así que, no hace falta ser mago o ganar un premio Nóbel de economía para percatarse de la incertidumbre que viven los mercados y la economía global en su conjunto, para comenzar a diseñar una política económica para 2016 basada en la realidad de la economía mundial y nacional, en las posibilidades reales de crecimiento de la economía mexicana y no en engaños, obviando el crecimiento de la pobreza, de la inseguridad y del crimen organizado, producto de la falta de oportunidades de empleo.

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