Jean-Marie Chauvet notó que el aire silbaba por una grieta en un altiplano en el sur de Francia, y junto a sus compañeros entusiastas de las cuevas se fue a investigar. Lo que encontraron ese domingo de 1994 sigue llenando su voz de asombro: una inmensa cueva cubierta de pinturas prehistóricas tan vívidas que sintió que los artistas de la Edad de Piedra acababan de hacerlas.
El hallazgo causó sensación, pero el sitio fue rápidamente cerrado al público. Sólo con respirar, los turistas podrían erosionar las imágenes.
Puesto que la mayoría de la gente nunca podrá tener acceso a esas obras maestras en la que se conoce ampliamente como la Cueva de Chauvet, científicos, artistas y el gobierno francés han invertido 56 millones de euros (unos 60 millones de dólares) y varios años de trabajo en la creación de una réplica casi exacta de la cueva a unos 2 kilómetros (1.2 millas) del lugar, con más de 400 pinturas de caballos, osos, rinocerontes y mamuts, huellas de manos y tallados.
Los expertos incluso recrearon las estalactitas y estalagmitas del sitio original, así como las frías temperaturas y el fuerte olor a humedad.