Por muchas razones los asesores en cuestión de imagen que tiene el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, debieran recomendarle que las conferencias mañaneras que da todos los días, empezaran a ser “tandeadas” como la distribución del agua en algunos sectores de la población, porque no hay nada más peligroso para un hombre de poder que saturar con su presencia los medios informativos.
AMLO tiene mucho qué hacer, y cada vez menos qué decir. Es un razonamiento simple y lógico. Vale más que el Jefe de la Nación haga sentir su presencia, que presentarse diariamente ante representantes de medios de información, youtubers que a la fecha no sabemos qué hacen en esos lugares, e incluso colados que se hacen pasar por reporteros.
Pasar de las palabras a los hechos, luego de los primeros tres años de su mandato, es una tarea que deberá tomar como fundamental, más allá del gusto que le da entablar maratónicas sesiones de pregunta-respuesta, con quienes a veces ya no tienen qué cuestionarle.
La imagen se desgasta si deja de tener ese aire de misterio que siempre envuelve al poder, cualquiera que sea la tendencia en el uso del mismo. Reservarse para ocasiones especiales no atenta contra la idea del Presidente López Obrador, de estar cerca de la ciudadanía. Por el contrario, es un aspecto vital para quien entiende que hablar con un personaje de su talla, es la alternativa final que por fuerza debe ofrecer solución.
De lo contrario la propia fuerza que proporciona la investidura presidencial tiende a perderse y desembocar en un remedo como lo fue con Vicente Fox, aunque está claro no hay ninguna comparación entre ese personaje cómico-siniestro, y quien arrasó en las pasadas elecciones.
Hay una historia que soporta al Presidente AMLO, que pese a cualquier circunstancia, y a veces equivocaciones, mantiene el apoyo de quienes lo llevaron al cargo más importante del país. Le perdonan todo, porque saben que es la última oportunidad de cambiar por la vía pacífica a la nación.
Pero no se debe abusar de ese cariño, no se debe tentar al destino.
López Obrador puede ganar a todos los que se despiertan más tarde, pero la saturación de su presencia empieza a desembocar en una conferencia matutina cada vez menos impactante, y muy tendiente a transformarse en una obligación que cumplen a regañadientes los reporteros de la fuente.
Por si lo anterior no fuera poco, es evidente que, a través de escándalos, que se suceden día a día en “La Mañanera”, se usa una táctica solo propia de artistas de la televisión y el cine, bajo el entendido de que “lo importante es que hablen de mí, bien o mal, pero que hablen”.
El poder presidencial no puede, no debe mantenerse sobre expuesto, porque lo que en un principio se consideró un acierto, único en su género, cada vez más pierde su sentido. Además, todos lo sabemos, tarde o temprano los “periodistas” contratados a destajo, dejarán de representar algo y serán nada. En ese momento aparecerán verdaderos informadores, cuestionadores, y ya no será tan fácil para un hombre de edad como es el Jefe de la Nación, salir indemne de las conferencias mañaneras.
El poder se administra también, aunque no lo crean.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta