En un texto inédito, que hasta ahora se recoge en un libro y que se trata de una pequeña nota crítica y bibliográfica, Juan Rulfo escribía sobre Ignacio Manuel Altamirano y en particular sobre su novela más conocida, “El Zarco”, de la que dice: “Está emparentada con ‘Astucia de Inclán’ y ‘Los bandidos de Río Frío’, aunque por su concepción estética y cualidades formales está considerada la primera novela moderna mexicana”.
En ese breve texto que el periodista Mario Casasús fecha en 1982, Juan Rulfo también apunta: “Es pues Altamirano la figura literaria de mayor relieve en su época, tanto por su obra personal como por su incansable labor en la ciencia y la cultura, así como por la influencia que ejerció en estimular a los escritores de varias generaciones”.
Con el texto de Rulfo, titulado simplemente “Ignacio Manuel Altamirano (1934‑1893)” inicia el libro “Altamirano. Vida‑tiempo‑obra”, un trabajo de investigación coordinado por Julio Moguel, que incluye textos de Mario Casasús, Víctor Jiménez, Jorge Zepeda, Alberto Vital, Adrián Rodríguez y del propio Ignacio Manuel Altamirano, y que representa un trabajo que aborda los variados aspectos de la obra y la trayectoria creativa del autor de “Clemencia”, “Navidad en las montañas” y “El Zarco”.
La apuesta principal de este trabajo colectivo que ha sido publicado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, con Juan Pablos Editores y con apoyo de la LXII Legislatura de la Cámara de Diputados, es dar cuenta de que Altamirano fue un adelantado de su tiempo, un pensador incomprendido por los lectores de su época y ante todo un intelectual que como pocos fue un cosmopolita que sostuvo intercambio epistolar con pensadores europeos, y que es sin duda uno de los grandes impulsores del nacionalismo mexicano con base en las raíces indígenas.
Justo en el texto inédito, Juan Rulfo señala: ”Su intensa lucha por lograr una literatura de valores nacionales auténticos contribuyó a unificar a numerosos escritores con distintas tendencias ideológicas y diferencias políticas, en torno a su revista El Renacimiento. Su preocupación estética y su anticolonialismo cultural fueron las bases para que México creara una identidad propia”.
Esa vocación de Altamirano es eje central del libro “Altamirano. Vida‑tiempo‑obra”, y una virtud que celebra Víctor Jiménez, el arquitecto, investigador y director de la Fundación Juan Rulfo. El especialista en la obra literaria y fotográfica de Rulfo asegura que Altamirano quiere construir una imagen de cultura jerarquizando por primera vez las culturas nativas mexicanas muy por encima de la cultura colonial a la que le restan prácticamente todo valor, como lo hicieron los extranjeros que estuvieron en México y fueron fundamentales para las ideas del muralismo mexicano.
Víctor Jiménez asegura que esta base de la riqueza de las culturas nativas, es la base de la creación de una cultura que seguirá vigente a lo largo del tiempo en nuestro país. “Me parecía válido tratar de mostrar a este Altamirano que encuentra en una visión cosmopolita sobre el pasado mexicano la manera de reforzar su propia percepción que él ya viene construyéndose de lo que debe ser una cultura en México y que queda expresado en la revista “El Renacimiento” donde hay artículos y ensayitos breves sobre lenguas nativas mexicanas, o ensayos históricos que reivindican de nuevo las culturas regionales o noticias arqueológicas, pero al mismo tiempo hay nota de actualidad cultural sobre quiénes son los músicos, los novelistas del momento en Europa”.
Pero además, el escritor nacido en Tixtla, Guerrero, México, 1834 y fallecido en San Remo, Italia, 1893, sostuvo una relación de amistad y correspondencia con Carlos VII. Entre mayo y junio de 1876, Ignacio Manuel Altamirano acompañó a Carlos VII durante su viaje por México ‑el entonces presidente Lerdo de Tejada los presentó‑ y conservaron su amistad durante años, como consta en las dos cartas de Carlos VII a Altamirano que datan de 1882 y 1884, y que Mario Casasús ha rastreado y encontrado.
La dimensión Altamirano. Entre las distintas visiones y ángulos que aborda este libro de la obra y la vida de Ignacio Manuel Altamirano, quien fue abogado, escritor, periodista, maestro y político mexicano, Mario Casasús, Jorge Zepeda, Víctor Jiménez y Julio Moguel, señalan en entrevista con EL UNIVERSAL, que su pretensión fue dar visiones innovadoras, porque “se ha escrito mucho sobre Altamirano y no es un autor olvidado, pero mucho se ha escrito desde hace mucho tiempo y desde perspectivas no necesariamente enriquecedoras o sólidas”, afirma Víctor Jiménez.
Jorge Zepeda, autor del texto “Componente alegórico, caracterización de personajes y descripción del entorno en ‘El Zarco'”, asegura que se tendría que tomar en cuenta que se trata de alguien que ocupa muchos campos de actividad, como profesor, como escritor, como periodista, como crítico, como político, un hombre público.
“Esa dimensión tal vez no esté tan clara ahora, ahora se tiende a compartimentar más y a pensar que alguien que opina públicamente es un intelectual y no va más allá de esa esfera; no, Altamirano es un hombre de acción porque está en muchas esferas al mismo tiempo y eso se nota en sus textos”.
Cita como ejemplo “El Zarco”, cuyo tema es el bandidaje y lo que representa como obstáculo al progreso del país y donde dice que ya se puede ver cómo trata el tema en sus escritos políticos, o en sus columnas para los diarios, y le parece un obstáculo para que México progrese porque impide la actividad económica.
“Es una visión absolutamente realista, contraria a la de Astucia de Luis G. Inclán donde más bien se reivindica al bandido como un ‘Robin Hood’, el que mantiene la esperanza del pueblo, o en ‘Los bandidos de Río Frío’ que es otra forma más romántica de considerar el fenómeno. La novela de ‘El Zarco’ es una combinación de aspectos realistas, incluso hay quien habla de ciertos tonos de modernismo cuando se piensa en el personaje de ‘Manuela’, la mujer fatal, la que se niega a plegarse a las convenciones sociales, que rechaza al pretendiente indígena porque lo considera inferior a ella y sin embargo, Altamirano presenta en el caso de ‘Nicolás’ al prototipo del ciudadano mexicano el que puede llevar a su concreción todos los proyectos de modernización del liberalismo”, afirma Jorge Zepeda.
Por su parte Julio Moguel, asegura que hay muchas lecturas de Altamirano, incluso comúnmente lo definen como un mal escritor, pero ocurre que por desgracia Altamirano ha sido filtrado por su manera de ver la cultura mexicana del siglo XIX.
“Con Altamirano hay muchos problemas: es indígena, mira la historia prehispánica como elemento central de la construcción del México que se quiere hacia el futuro, no con el que se tiene que cargar de forma condescendiente; tiene la virtud, que en algunos no es virtud, sino desgracia, de haberse opuesto a Porfirio Díaz en una lógica que lo lleva al exilio; es un personaje que escribe en ‘El hijo del Ahuizote’. Es un rebelde permanente; un personaje muy interesante pero muy molesto para aquellos que quisieron planchar la historia nacional y quedarse con tres o cuatro figuras que no implican problema y que te permite darlo como una mercancía para el mercado cultural mexicano del siglo XX. Entonces Altamirano no funciona”.