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I ain’t happy… 

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I ain’t happy… 

Letras y Memorias

Hace apenas unos días, el lunes para ser exacto, una de mis alumnas se acercó y con apenas una pregunta, terminó por “romper la matriz”. En un apacible lunes frío de otoño, el primero de esta temporada, sentí como si una helada me cayera encima y los dedos no fuesen capaces de moverse, ni los labios de responderle.

“¿Cómo se escribe una historia feliz?”, fue la pregunta que me hizo ella. Y vamos que, se puede escribir de muchas maneras pero, la intriga no era precisamente sobre la redacción; la intriga surgió cuando noté que hace mucho, de verdad mucho, no hay letras felices acá. Y es que es entendible que la vida no sea siempre feliz, pero tampoco resulta muy ideal que uno enfoque sus pasiones y tiempo, en todo cuanto le hace infeliz. 

Puede ser, no lo sé, que uno a medida que se vuelve viejo (pese a tener apenas veintitantos años), pierde la capacidad de generar endorfinas suficientes para brindar al organismo la alegría y placer que en épocas previas se experimentaron. Pero, luego recuerdo que antes de la adultez el ser humano puede llegar a sentirse igual, y entonces la teoría de la edad se rompe por completo. 

Luego entonces, me pongo a pensar que la clave de la pérdida de la felicidad, tiene que ver con la falta de dinero en la cuenta bancaria o el tamaño de las deudas. Después de todo, suena lógico que la ausencia de plata, genere incertidumbre y penas, pero así como surge esa nueva teoría, la acabo descartando cuando recuerdo cómo un familiar mío, sin poseer nada más salvo su fuerza de trabajo y un perro cenizo y saltarín, lucía feliz en la calle jugando con su compañero. Ocurre pues que la pena, la infelicidad, tampoco viene directamente de las deudas o el dinero en las cuentas. 

Vale, entiendo. No he analizado bien ni la pregunta de mi alumna, ni la potencial respuesta a tal planteamiento. Ella quiere saber cómo escribir una historia feliz, y cómo la creación de historias corresponde a la ficción, entonces deduzco que la felicidad viene de la fantasía, de lo irreal; viene de aquello que tiene orígen en la imaginación porque, obviamente, la felicidad no se acerca a la realidad. 

Y es que, ¿cómo hallar la felicidad en un mundo donde la riqueza está mal distribuida? ¿Cómo hablar de felicidad cuando hay millones que no tienen dinero ni para un pan, mientras otros lucran con la miseria de los demás? Obviamente, la felicidad no existe, porque si existiera, todas esas absurdas guerras que se libran a diario en todo el planeta, serían la ficción y no algo real. Deduzco pues, que las historias felices son sólo aquello que uno imagina, y que por tanto carece de verosimilitud, pues no buscan imitar a la realidad, sino crear un mundo ajeno a todo lo penoso que se vive en el día a día. 

No hay forma de escribir una historia feliz basados en la realidad, porque hace tiempo que por acá, en estas letras, no se asoma la mentada felicidad. 

¡Hasta el próximo jueves!

Postdata: La felicidad sí existe, y sabe como el café por la noche o el sexo por la mañana, o viceversa o un poco de ambas.

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