
CINE DE HOY
En los tiempos actuales, las fronteras del humor y lo políticamente correcto parecen haberse desvanecido. Hay comediantes que son capaces de todo con tal de hacer reír y que son satanizados. Basta recordar al payaso que tuvo que exiliarse por haber hecho un chiste sobre los niños quemados en una guardería.
No voy a pedirle a nadie que me crea de Fernando Frías, que se exhibe en la Cineteca de las Artes y en Netflix, se inscribe en esta corriente.
El guión del director y de María Camila Arias sobre la novela de Juan Pablo Villalobos inaugura un género que podríamos denominar el humor narco y que podría ser divertido, si no estuviera salpicado de tanta trágica realidad.
El estudiante de literatura Juan Pablo Villalobos (Darío Yazbek Bernal) recibe una beca para estudiar en Barcelona. Poco antes de partir es llamado por su primo Lorenzo (Darío Rocas) para que participe en un negocio con el Licenciado (Alexis Ayala). Para su sorpresa, su primo es asesinado frente a él y se debe convertir en instrumento de los mafiosos, al igual que su novia Valentina (Natalia Solián, la estrella de Huesera).
A partir de ese momento, Juan Pablo vivirá una pesadilla que incluye rupturas amorosas, cambios de carrera y hasta fallidos intentos de ligue con una lesbiana (Anna Castillo).
El apreciable director de Ya no estoy aquí no parece encontrar nunca el tono adecuado, pese a contar con un buen reparto al que se agrega Juan Minujin, y que hay ciertos toques satíricos contra el racismo, la misoginia y la corrupción.
No voy a pedirle a nadie que me crea resulta pues un filme fallido, aunque tiene algunos momentos interesantes y una buena producción.