PEDAZOS DE VIDA
La mesa comenzó a llenarse de gente, eran más de los esperados y todos se abalanzaban sobre la comida como si se fuera a terminar, como si hubiera pasado mucho tiempo sin que los invitados probaran bocado, y Pablito estaba ahí, viendo como el tío Juan se comía una pierna de guajolote bañada en mole.
De igual forma estaba la bisabuela, Pablito no la conocía, pero era muy semejante a la abuela, el parecido era tanto que en un inicio la confundió y casi hasta el final se dio cuenta de que esta señora no era la abuela, estaba más viejita y tenía un semblante más severo; mientras veía las veladoras que alumbraban la mesa, escuchó la llegada de más personas, la casa comenzaba a llenarse, todos querían comer.
El aroma a cempasúchil, guayaba y copal entraban por la nariz de Pablito, y conforme más respiraba el aroma, más embriagado se sentía de este, pronto comenzó a oler el pan, la fruta, la comida y distinguió cada elemento que en la ofrenda del Día de Muertos se puede apreciar por su olor.
La imaginación de Pablito no tenía límites, y ese aroma le inspiraba a imaginar, sin embargo en su memoria quedó grabada, la tarde en que siendo niño, vio como llegaban los difuntos a comer en la casa de la abuela, y aunque todos dijeron que fue producto de su imaginación, él aún conservaba los rasgos de la bisabuela a quien conoció, 25 años después, en una foto vieja.