HUMILDAD

HUMILDAD

Familia política

“La humildad es el valor opuesto al antivalor de la soberbia. 

Está relacionada con la aceptación de nuestros

 defectos, debilidades y limitaciones”.

Definición popular.

Las campañas políticas en todos los sitios y niveles, son fenómenos propicios para desatar verdaderas ferias de vanidades. Manejar en estos momentos por los caminos de México, es riesgoso, pues en cualquier esquina se puede atropellar a un candidato (como dice el lugar común); es fácil reconocerlos por aquello que Lázaro Cárdenas llamaba “El modito”; esto es, la manera de conducirse ante sus presuntos electores y detractores, como dueño de una exquisita sabiduría, infalibilidad y todo cuanto se necesita saber sobre la ciencia y la cultura en este mundo que no los merece.

Digo lo anterior con conocimiento de causa: la vida y mi Partido me dieron oportunidad de ser tres veces candidato y por lo tanto, sé lo que se siente; sé de qué hablo, “haiga sido como haiga sido”.

Decía la periodista Gloria Fuentes, en las páginas de la revista Siempre, hace ya algunos ayeres (cito de memoria): realmente es difícil conservar la consciencia de humildad; ejemplo, cuando algún grupo pequeño de personas se acerca a ti para reconocer la excelencia de alguna intervención (conferencia, discurso, artículo…); con ganas de minimizar el asunto murmuras para ti: “estos, me están cotorreando”, pero cuando por obra y gracia de las diferentes circunstancias adquieres un cargo de elección popular y se ven los gallardetes con tu nombre y tu fotografía, afear las calles, escuchas las porras dirigidas a ti y las intervenciones de los oradores que reconocen o inventan tus virtudes; aún así, si no quieres caer en la feria antes aludida, piensas para ti mismo: “bueno, posiblemente algo hay de eso”, y agradeces; pero ya el gusanito de la vanidad y la soberbia (¿Piripituche?) empieza a despertar de su letargo y a poner algunos rictus en tu cara, que la transforman lentamente en el monstruo contrario a la humildad que necesariamente pregonas; no siempre creíble, pues tus palabras no son congruentes con tu actitud.

La propia periodista imagina a los candidatos a diputados, senadores, gobernadores y presidentes de la República, cuyas caudas de aduladores se multiplican a cada momento, claro, con el interés de conseguir una chamba o simplemente ostentarse como “tus amigos”. De veras, es muy difícil conservar la mansedumbre sincera; ésta, puede refugiarse en el discurso o en la actitud estudiada, pero en el fondo, no hay candidato que no sea soberbio y vanidoso; ni hay humilde que no haya pasado antes por ambas etapas. Algunos, no logran superarlas.

La historia del mundo está llena de biografías en varios sentidos: lo mismo han pasado a sus páginas grandes depredadores; soberbios y crueles personajes, que humildes en grado superlativo. Como ejemplos de los primeros, podemos citar a Gengis Kan, Atila (“Donde mi caballo pisa, no vuelve a crecer la hierba”), Alejandro Magno, varios emperadores romanos; los monstruos que azotaron a Europa durante las guerras mundiales: Hitler, Mussolini, Hirohito y los locales Miguel Hidalgo, Francisco Villa, Rodolfo Fierro, Álvaro Obregón y otros más. Por el otro lado, como verdaderos paradigmas, podemos citar a Sócrates de Atenas, Jesús de Nazareth, Siddharta Gautama (Buda), Teresa de Calcuta y algunos estoicos como Séneca, Epicteto, Marco Aurelio, Diógenes “El Cínico” … 

En este orden de ideas, siempre resulta interesante discernir si los humildes nacen o se hacen, si todos para alcanzar ese estado de gracia, tienen que atravesar por una vorágine de presunciones, envidias y otros entes del inframundo.

Sin aspirar a tanto considero, por experiencia, que el más soberbio de los soberbios se puede convertir en el peor crítico de su estigma, pues entiendo que es muy fácil ser humilde cuando se tiene poder y dinero, aunque generalmente, la suma de esos dos factores conduce a la presunción y a la arrogancia. Alguna vez me decía mi amigo Gonzalo Rodríguez, “Yo solamente conozco a dos tipos de prepotentes: los muy ricos y los muy inteligentes”. ¿Usted qué opina?

Se dice que existen varios géneros de humildad, a saber: intelectual, es humilde quien se sabe poseedor de una gran sabiduría y sólidos conocimientos en alguna rama del saber y aún así, mantiene su mente abierta a nuevos conocimientos, vengan de donde vengan.

Cultural, es verdaderamente difícil de alcanzar, pero precisamente la consciencia de la propia autolimitación, es la que permite a un erudito escuchar al más neófito en las materias que él domina y aceptar con sencillez nuevos y/o diferentes conocimientos

Intergeneracional, no hay fenómeno más difícil para la sobrevivencia de ciertos valores, que el tránsito de las generaciones; los mayores se sienten insustituibles y poseedores de la última palabra, en cuanto se refiere a la aventura de vivir y los jóvenes reclaman su presencia y participación en la construcción de un mundo que saben suyo. A mi leal entender, tanto unos como otros tienen grandes aciertos y múltiples errores.

Como consecuencia de todo lo anterior, leí por ahí una serie de recomendaciones para lograr el arribo a una auténtica humildad: admitir una equivocación; ofrecer disculpas; reconocer errores; admitir críticas constructivas; saber solicitar ayuda; respetar todas las opiniones; no compararse con nadie. En materia de creatividad: siempre dar crédito a los verdaderos autores de una idea; saber perder; no alardear; ser agradecido; saber escuchar. 

En realidad, como dijera el Maestro Jaime Flores Zúñiga (QEPD), “La auténtica humildad se ve en una mata de trigo que, cuando está en plenitud de su fruto, baja la cabeza para besar la tierra”. 

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