Huachicoleros, nuevos héroes populares

Conciencia Ciudadana

En la historia de la estupidez humana, se dan momentos en que los bandidos llegan a ser héroes y los héroes bandidos o, por lo menos los gobernantes que toman decisiones irresponsables tratando de convencer a sus gobernados que su propósito es el mejoramiento de la sociedad y el desarrollo de la economía; cuando en realidad es la sed de poder y riqueza la que los conduce a tomar medidas contrarias al bienestar común y a toda lógica económica.
No es la primera vez que sucede un caso así en la historia. Hollywood se ha hecho rico con las aventuras de piratas, esos facinerosos que tras de hacerse ricos saqueando a los españoles que a su vez saqueaban México y Perú de sus tesoros fueron premiados por el imperio inglés con títulos nobiliarios y patentes de corso, es decir, con permisos para seguir saqueando a sus enemigos a cambio de pagar un porcentaje del producto de sus latrocinios a la corona inglesa.
Los mexicanos también podemos presumir de contar con esa clase de personajes dedicados al robo y el bandidaje en épocas donde la miseria y la riqueza desmesuradas enfrentaban a la nación. Los bandidos de Río Frío, por ejemplo, que asaltaban a los viajeros entre la capital de la república y Puebla llegaron a convertirse en leyenda popular, aunque al final de cuentas se llegó a descubrir que eran patrocinados y protegidos por el jefe de la policía del gobierno de Antonio López de Santa Anna, inspirador de todos los vendepatrias que nos han gobernado desde entonces.
Con esos antecedentes, es posible comprender la razón de un nuevo género de bandidaje social en México a la que se le ha dado el nombre de “Huachicoleros”, bandidos dedicados a robar gasolina de los ductos de PEMEX que ahora también surten a las empresas privadas-nacionales y extranjeras- del vital energético. Este género de robo se venía dando ya desde hace varios años en nuestro país a ciencia y paciencia de las autoridades, siendo conseja popular que grandes empresarios e influyentes políticos se beneficiaban con lo que se llama “ordeña” de los ductos de gasolina para utilizarla en sus propios negocios.
  Sin embargo, el volumen de extracción clandestina de gasolina en nuestro país se disparó tras el “gasolinazo” de enero de este año, cuando el gobierno de Peña Nieto decidió incrementar los impuestos a los energéticos en un 40 por ciento, con el propósito de obtener los recursos fiscales que habrán de perderse al permitir la entrada de capital privado al negocio de las gasolinas y disminuir la intervención de PEMEX.
El gasolinazo, como se sabe, causó la protesta social más grande de los últimos cincuenta años, amenazando la paz del país y la permanencia del propio Peña Nieto en el poder ante la insistente demanda de su renuncia. Hábiles como son, las elites políticas nacionales pudieron controlar la ira popular dejando que el tiempo desinflara las protestas sin que la sociedad fuera capaz de organizarse en un frente común. Una vez pasado el peligro, la clase política respiró tranquila volviendo a sus usos y costumbres de rutina.
Pero la economía no juega en la misma pista que la política ni la lógica de los consumidores en la de los empresarios. Manteniéndose firme en el aumento de precios de la gasolina, la autoridad no hizo más que arrojar más gasolina al fuego (mejor analogía no podía encontrarse en este caso), pues a la ya de por sí extendida pobreza en el país,  los nuevos precios agregaron una carga más a los sectores más deprimidos de la economía; en especial a los productores del campo, las habitantes de los barrios marginados o los pequeños y medianos comerciantes y los transportistas; quienes no iban a quedarse cruzados de brazos frente al aumento sino a tomar la solución más cercana a su realidad y sus bolsillos. Y la solución fue el surgimiento del “boom huachicolero” si se me permite utilizar tal expresión.
    Negocios llaman negocios y si los saqueadores de arriba se las arreglaron para dejar con un palmo de narices a las clases populares con la privatización de la industria petrolera y el aumento de las gasolinas,  la barriada ha visto dispararse las acciones de la nueva área de oportunidades, es decir, la ordeña de los ductos por los huachicoleros, esos nuevos bandidos protegidos y hasta admirados por las masas pauperizadas  quienes no solo se abastecen con ellos  de gasolina a precios menores que los del “mercado libre” de las gasolineras autorizadas, sino que se han convertido en los mejores aliados de los modernos “Chuchos Roto” frente a la acción de las fuerzas policíacas y militares enviadas para exterminarlos a punta de balazos. 
Más de 14000 tomas clandestinas en toda la república; y la recuperación de casi medio millón de litros de gasolina por las autoridades tan solo en Hidalgo (Excélsior en línea, 290317) nos dan una pálida idea del tamaño del nuevo negocio, quizá ya más productivo que el narcotráfico o la venta de armas en el país.
De ese modo, el “Huachicol” abre un nuevo frente en lo que la jerga oficial ha denominado “lucha contra el crimen organizado” al que el gobierno intenta frenar con medidas represivas que, como en otros casos, están condenada al fracaso y no hará sino ahondar cada vez más el desorden y el crimen porque solo con el retorno a un régimen donde impere el interés social sobre el privado podrán ponerse las cosas en su lugar.

    

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