Psicología de las falsas conductas navideñas
No se puede dejar de reconocer la levedad del ser, esa fragilidad característica de todo ser humano que enfrenta a las flaquezas de la conducta, como dicen los psicólogos, las zonas erróneas que llevan a generar conductas nocivas para un ambiente y que caracterizan una forma de ser.
Es difícil identificar a personas que todo el año viven y coexisten bajo un esquema de tolerancia y empatía social sin renunciar a la verdad, la justicia e inclusive, a la asertividad; la mayor parte de las veces, no lo somos y, dejamos ver el peso de nuestras problemáticas y las exteriorizamos de manera anómala en nuestras actividades de trabajo, vivimos en un constante estire y afloje.
Empero, en Navidad aparecen una extraña pero no intrincada psicología de las falsas conductas, en las que se construyen realidades paralelas, quizá en el anhelo de lo que nos gustaría que fuera la vida cotidiana. Entonces vemos al fantasma social de la Navidad, tipos o tipas que jamás nos hablaron y que de pronto nos saludan o nos sonríen, cuestión inverosímil que hace que demos vuelta la cabeza para los lados tratando de decir: ¿es a mí?
Esto entraña grandes ironías, en los hechos hasta los más pesados y sus pesados comportamientos parecen aligerarse, en esa levedad absurda, quizá en algunos, existe una especie de auto- impugnación por lo que se es y por lo que es la realidad, entonces la mendicidad y los menesterosos son vistos como personas, la pobreza como un mal que duele y la avaricia y la corrupción como los demonios que enfundados en la deshonestidad no deberían existir.
Es normal en una urbe apreciar que un automovilista le extiende la moneda a un indigente, pero es mucho más perceptible en Navidad, como lo es los gestos de uso refinado del lenguaje y un extremado sentido de concordia, como que aquello de “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” se vuelve una práctica de vida.
Pero, ¿Qué encabrona de toda esta psicología de las falsas conductas navideñas?, eso, que son falsas, que no vulneran la honestidad e incluso la consecuencia del acto, cuestión que sucede con conocidos y desconocidos, parientes y amigos, para terminar en un festín orgiástico en el cual se vuelve al laberinto de la soledad, de ese ostracismo en la mayor parte de los casos.
Quizá yo debería presentar esa psicología de la falsa conducta y decir “Feliz Navidad”, “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad y a los que no la tengan también”, pero creo que la realidad es cruenta, que mañana seguirán existiendo más de 60 millones de pobres en México y, que yo soy responsable de ello, porque mi conciencia no ha servido para contribuir con un grano de arena que cambie esta realidad.
Los miserables líderes de las grandes potencias seguirán explotando a los pueblos pobres, el FMI, seguirá siendo un espacio de buitres, los del Border Patrol, seguirán cazando indocumentado y en Siria hombre y mujeres inocentes seguirán siendo asesinados.
Los estrecho desde estos párrafos y ofrezco disculpas por ser tan poca cosa y no hacer lo suficiente para cambiar la realidad; pido perdón a aquellos que mis palabras no les sirven para palear su hambre, aquellos que son explotados en sus trabajos, a los que no he mirado con el corazón y para aquellos a los cuales mis palabras, son sólo paginas vacías y a quienes mi indolencia tacita y expresa ofende o insulta, no como una paráfrasis de la psicología de la falsa conducta navideña, sino como un ser humano que reconoce su levedad.