Al estilo de samba me cago de la risa
Si existe una clase política corrupta, descarada y carente de conciencia social, esa es sin duda, la brasileña.
Después del sainete que efectuaron los legisladores brasileños para destituir a Dilma, ahora resulta que como la corrupción y el abuso de poder están a la orden del día, Michel Temer, -que por cierto fue uno de los artífices del juicio político que depuso a Dilma-,ahora, podría caer en la cuerda con un impeachment en su contra.
Como Brasil tiene una clase política poco seria y deshonesta, en la mayor parte de los casos, no puede extrañar que se hayan percatado que tienen un presidente corrupto y en los hechos, ya han existido varias acusaciones y solicitudes de juicio político sobre Temer, por lo que no sabemos si ésta habrá de pegar.
Brasil es una cloaca política, no existe certidumbre sobre la actuación de los servidores públicos y nada parece limpiar los problemas de forma y fondo en un país de amplios contrastes sociales.
Lo importante de este escenario político, es que podemos apreciar que la clase política en el mundo ha ido perdiendo credibilidad a pasos agigantados, por lo que los sucesos de Brasil no constituyen sorpresa alguna, sino que afianzan una idea oculta en el sentir social, ¿quién debe manejar al Estado?
Lo increíble es que quienes manejan al Estado son juez y parte de sus acciones y decisiones, por lo que apelar al pleno ejercicio de su labor en pro del mandato ciudadano es prácticamente una tragicomedia.
¿Hasta dónde llega la certeza de cómo se construye y por qué la ley o las leyes?, ¿cómo controlar a una clase que tiene claros intereses y que estos difieren de la sociedad?, ¿de qué sirve una nacionalidad cuando el Estado es el pabellón de unos cuantos y sus privilegios?
Brasil goza y vive a ritmo de samba, acepta la corrupción y la impunidad mientras su clase política hace lo que quiere, total, si la selección brasileña de fútbol anda bien ¿Qué importa lo demás?