HOMO POLITICUS

La política y su festín orgiástico

 

A vox populi se conoce que la política no está constituida para servir al pueblo sino para vivir de él. 

 

Son pocos los servidores públicos en cargos definitorios en la toma de decisión que son percibidos como honestos y eficientes por la ciudadanía. Lo común, es que los ciudadanos señalen a los servidores públicos como corruptos, inoperantes y como casta anquilosada y enquistado del poder; los adjetivos se multiplican y son de todos conocidos. 

 

Las denuncias sobre en gobernador César Duarte en Chihuahua, del gobernador hoy con licencia Javier Duarte; son sólo la estela de un huracán que amenaza en convertirse en escándalos de gran magnitud, que no implica sólo de manera personal a estos servidores públicos sino al sistema político.

 

El descrédito social de la política y en particular de los políticos, es porque se percibe como un festín orgiástico del que gozan los servidores públicos que se sirven de la sociedad, cuestión que se ha convertido en uno de los mayores embrollos del poder y su ejercicio. 

 

Si le tomáramos una radiografía a los pulmones del pueblo, podríamos notar a la clase política sentada en una hamaca o mecedora, descansando en ellos; mientras que los ciudadanos languidecen y palidecen de hambre, cuestión que no es, necesariamente, una metáfora, basta con asomarse de manera integral a la realidad para constatar que el México de la política formal es y está ajeno al pueblo. 

 

Nada parece detener a la corrupción; hasta ahora las acciones emprendidas por el Estado no han resultado contundentes para sanear la función pública, esto es definitivo y nadie parece abrir los ojos ante las demandas de los ciudadanos. 

El poder se ha vuelto juez y parte, cuestión por la que no existen mayores trazos- salvo raras excepciones-, de que la ciudadanía pueda aspirar a contar con una función pública que la dignifique, o por lo menos, que cumpla su mandato, sin que ello implique sangrar al pueblo.

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