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Homenajes II

PEDAZOS DE VIDA

Como es sabido, nunca será suficiente, brindar un espacio para esos hombres y mujeres valientes que merecen ser homenajeados y por esa razón hemos decidió continuar con estos sencillos pero bien merecidos reconocimientos por haber afrontado con inteligencia y gallardía las situaciones que  ponen al mexicano en un estado surrealista.
 
Bicicleta
Una cosa así nunca se olvida. Sobre todo por el enojo que se convirtió en cueriza, por haber roto los huevos al ir a comprar a la tienda en tu bicicleta. Si ya te habían dicho que te fueras caminando, no sé  por qué razón decidiste sentirte el más chingón, y agarraste la bicicleta para ir a comprar huevos o peor aún, la forma en que las tortillas quedaron regadas en la tierra cuando se te resbalaron de las manos por intentar frenar. Porque en aquellos tiempos tu colonia era marina y no tenía pavimento.
 
Hurto
Cómo olvidar las lágrimas que resbalaron de tus polvorientas mejillas, cuando el miedo se apoderó de tu pensamiento y recreaba cada uno de los tormentos inquisidores posibles con los que tu madre podría castigarte: el cable de la plancha, la chancla, la pala del mole, el palo de la escoba, a mano limpia, etc. Lágrimas ocasionadas por aquél perro callejero que te arrebató la bolsa de los bisteces afuera de la carnicería.
 
Tusada
Te quedaste dormido y el precio de la pereza conjugado con la gula fue el mechón de cabellos que te cortaron, cuando de chiquito te quedaste dormido con el cicle en la boca. Goma de mascar que aprovechó la salida de baba para escapar de la boca e irse a impregnar en tu cabeza, de esta forma concluyeron los halagos hacia tu hermoso cabello.
 
Cocina
A ti que aguantaste el ardor en el pujuy, cuando después de haber metido las manos en la cocina y por alguna razón haber tenido contacto con los chiles, fuiste a orinar al baño y al tocar tu parte querías volver a nacer, e incluso tuviste que ir a bañarte porque cuando era un simple chile verde no había tanto problema, pero que tal cuando fueron  manzanos y  habaneros.
 
Frijolitos
A usted que escuchó el estruendo de aquella explosión, y corrió hasta la cocina para cerciorarse de que los frijoles estaban por todos lados, y que la tapadera de la olla exprés había quedado a un lado, toda doblada por el impacto con el techo. Todo seguido de un “bendito Dios que no había nadie aquí”.