● El populismo xenófobo ha resultado ser el arma más eficaz para convencer a los votantes del ‘Brexit’
De lo que se trata es de despertar sentimientos de superioridad hacia el resto de los europeos que la sociedad inculca en los ingleses (pero no, ojo, a escoceses) desde temprana edad. No al extremo al que llegó el pequeño Farage, pero sí que los ingleses son los dueños y defensores de la democracia parlamentaria, que no son deshonestos por naturaleza como los vecinos del sur, a los que salvaron -según la mitología nacional- en dos guerras mundiales.
Uno de sus compañeros de clase en Dulwich College, el colegio privado al sur de Londres donde estudió, asegura que Farage tenía la costumbre a los 13 años de lanzar los insultos más groseros imaginables contra niños de razas o religiones diferentes a la suya. Se cruzaba con un niño judío en un pasillo y le susurraba en el oído, “¡Hitler tenía razón” o, “¡A las cámaras de gas!”
Lo que cuenta el antiguo compañero de estudios de Farage confirmó lo dicho hace tres años por uno de los profesores que ambos tuvieron en Dulwich: que el joven Farage había sido “un racista” y “un neofascista”.
Ahora, todos hemos hecho y dicho cosas a los 13 años de las que nos arrepentimos a los 14, o al menos cuando llegamos a la adultez. Farage no diría tales cosas contra los judíos hoy —ni siquiera, se supone, en privado—. Pero lo que sí podemos decir es que existe una cierta conexión entre las sandeces que decía de pequeño y la principal idea que pregona hoy: basta de extranjeros en Reino Unido; la inmigración es la gran plaga que la Unión Europea ha traído al país.
Su mensaje cala. Si la mayoría de británicos vota a favor de salir de la UE en el referéndum que se celebrará el jueves que viene el gran ganador será Farage; su espíritu será el que habrá conquistado los corazones y las mentes de los votantes. Sí, también saldría triunfante Boris Johnson, el líder conservador del movimiento Brexit cuya gran aspiración es ser primer ministro británico. Pero lo que dejan claro todos los sondeos es que el vuelco de las últimas dos semanas a favor del Brexit se debe principalmente al protagonismo que ha tomado en la campaña el tema de la inmigración. El faragismo es lo que ha acabado dominando la agenda Brexit; el populismo xenófobo ha resultado ser el arma más eficaz para convencer a los votantes de que voten “no” a la permanencia en la UE.