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Historias de buró

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Se buscan mediocres

Laura Clotilde Pichardo, trabajadora de 37 años de edad, se dirigía a su casa en transporte público luego de un agotador día de trabajo, miraba a través de la ventana aquella ciudad en la que había vivido desde hace 15 años, recordaba los viejos tiempos en los que aun con su juventud y vitalidad podía mandar todo al carajo y empezar de nuevo.

Ahora, con dos niños en casa y siendo madre soltera se había tenido que aguantar las humillaciones, regaños y malos tratos que recibía en el trabajo.

Desde su llegada a la inmobiliaria se empeñaba por cumplir con su deber, proponer nuevas formas de venta y estrategias de atracción al cliente, sin embargo nunca fue reconocida por ello e inclusive le descontaron de su sueldo en dos ocasiones por alterar el orden normativo de la empresa.

Desalentada por ello se mantuvo estancada en el mismo puesto por dos años en los que estuvo a punto de renunciar pero no lo hacía al recordar que en casa tenía dos bocas que alimentar. Con el tiempo llegó el ascenso de vendedora a supervisora de ventas, y motivada por ello comenzó a incorporar nuevas estrategias que incrementaron las ventas hasta en un 40 por ciento.

Ahí conoció a Ramiro Cástulo Díaz, director de área, quien a sus 50 años apenas había escalado tres puestos en 30 años de trabajo, deprimido y amargado, imposibilitaba y desalentaba las intenciones de Laura por querer subir de nivel.

A punto estuvo de correrla esa tarde por la excusa más tonta, cuando se dio cuenta que Laura planeaba entregar directamente al dueño una propuesta para mejorar las ventas de la inmobiliaria y la obligó a desechar la información.

Al bajar del transporte, Laura Clotilde se detuvo a mirar un anuncio de su inmobiliaria para atraer nuevos empleados, los interesados debían llamar a un número y preguntar por Cástulo Díaz, “Se buscan mediocres”.