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Hilos rojos

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PEDAZOS DE VIDA

Hace tiempo, un viejo amigo originario de China, me contó una historia sobre un Dios de la Luna que amarraba un hilo rojo, invisible para los humanos, al dedo meñique de cada persona, en el otro extremo estaría atado a otra persona, destinados ambos a convertirse en amantes. Me dijo que aunque el hilo se enredara, diera muchas vueltas, se tensara o se aflojara, jamás podría romperse y que al final de cuentas esos amantes en algún momento de sus vidas se encontrarían cara a cara…

Después de tantos años sin vernos, de que el tiempo se encargara de empolvar mis recuerdos, de que se secaran tus besos y seguramente también tus lágrimas, volvimos a vernos sin saber que éramos los mismos que hace tiempo habíamos compartido el lecho y habíamos visto desaparecer la luna en el cielo cuando se desgarraba el lienzo de la noche para convertirse en una pintura de la vida, de matices pasteles que se intensificaban conforme el sol aparecía en el horizonte.

Ahí estabas, sabía qué eras tú y seguramente tú sabías que era yo, saberlo en el corazón, no en los ojos que traicionan con su necia perspectiva, estábamos tratando de recordarnos en la memoria, sin embargo no pudimos conectarnos. Entonces solté mi hilo rojo desde el pensamiento y hoy alcanzó a conectarse con el tuyo, entonces supimos que aquella tarde que nos vimos, ambos pensamos el uno en el otro, sin saber realmente si éramos los que hace unos años nos besábamos bajo el puente peatonal.

Hacía tiempo que mi hilo se había enredado de meñique en meñique, que había dado tantas vueltas, que se atoraba en camas ajenas y navegaba por montañas de aventuras, hacía tiempo que mi hilo comenzaba a deslavarse en la laguna del deseo, y eso había sucedido en esta ocasión, la vez que nuestros labios volvieron a conectarse, que nuestros cuerpos volvieron a desnudarse antes de despedirnos para seguir siendo los amantes de otros, porqué nos habíamos acostumbrado a la distancia, y habíamos hecho otras vidas que aunque hubiéramos querido, eran incompatibles…