Tras los resultados de los “supermartes” en las elecciones primarias a la Presidencia norteamericana, se reafirma la posibilidad de que Hillary Rodham Clinton se convierta en la candidata del Partido Demócrata, con fuertes posibilidades de ganar la contienda final ante su adversario del Republicano, lo que ubicaría a Estados Unidos en el momento histórico de elegir a su primera Presidenta.
Actualmente existen muchas mujeres encabezando gobiernos, incluyendo a la alemana Angela Merkel, considerada la más poderosa de Europa y del mundo, pero es claro que la eventual llegada de Hillary a la candidatura demócrata y al gobierno de Estados Unidos daría un vuelco a la visión contemporánea sobre el rol femenino en la toma de decisiones.
Dada su trayectoria legislativa y en el gobierno de su país como secretaria de Estado (el cargo más importante en el Poder Ejecutivo estadounidense después de la Presidencia), daría a las políticas norteamericanas un nuevo balance sobre todo en el sector social.
Consideremos el escenario de una mujer encabezando la candidatura presidencial demócrata al gobierno de Estados Unidos, al final de la segunda gestión de uno de los presidentes más populares, Barack Obama, de ese mismo partido.
Hemos visto en las primarias, calificadas como extremadamente reñidas entre los demócratas, cómo ha podido la ex senadora por Nueva York rebasar a su contendiente Bernie Sanders, un gran rival que apenas desde el año pasado se afilió a su partido, pues contaba con un amplio historial como independiente y crítico.
En la contienda interna Hillary ha dejado ver sus tablas electorales, por lo cual es tan reconocida como por su capacidad en el gobierno en temas de seguridad y de política interior y exterior, con una gran sensibilidad hacia los asuntos sociales, sobre todo los relacionados con la niñez.
Frente a ella, como posible rival republicano, de seguir la tendencia observada en las primarias, estaría el empresario derechista Donald Trump, de sobra conocido por sus exaltadas expresiones antimexicanas.
En reciente video de propaganda, patrocinado por Trump, éste pretendió ridiculizar a Hillary insinuando que “ladraría” ante las “amenazas” de Rusia y del extremismo islámico hacia Estados Unidos. Triste y lamentable estrategia de denostar al contrario, que la ex secretaria de Estado respondió con elegancia: las elecciones no son un chiste.
No es nuevo que en una contienda electoral, en Estados Unidos y todo el mundo, se intente utilizar la ofensa como herramienta contra una candidata. Y una vez más una mujer responde con buen oficio político.
Más allá de lo poco deseable que sería un triunfo de Trump, poco posible si consideramos que la mayoría de los votantes norteamericanos —según recientes sondeos— lo rechazan, es deseable para Estados Unidos y para la política global la llegada de una mujer como Hillary a la Presidencia.
Veríamos entonces cómo ejerce el poder y cómo trataría los temas sociales al mismo tiempo que se ocupa de temas como la seguridad y la diplomacia global, con una gran sensibilidad femenina. Adicionalmente, representaría un gran impulso para las aspiraciones de tantas mujeres alrededor del mundo para participar y encabezar la toma de decisiones.
Una posibilidad sin duda muy cercana a la realidad.