Hidalgo de mis amores:

Tizayuca
Los cocoles… tradición que obliga
●    Su padre era panadero, él también lo es, pero su especialidad es la preparación de “Los cocoles de Tizayuca”
El paquete lo venden a 15 pesos; contiene siete piezas y su sabor es único, muy tizayuquenses. Muchos, en Tizayuca y en otras partes de la República preparan cocoles pero, saben qué… NO SABEN IGUAL. Les falta ese no sé qué tan tizayuquense… tan nuestro.

Silbano Monter Barrera es originario de Ajacuba, Hidalgo. Su padre era panadero. Fue él quien le enseñó este oficio que aprendió a los 22 años de edad.
Silbano sabe hacer todo tipo de pan. Sin embargo, desde que vino a radicar a Tizayuca prefirió enfocarse en la preparación de cocoles. Fue en el mercado municipal donde comenzó a vender su producto.
El señor Rendón, es otro gran personaje de la Ciudad de Tizayuca, él fue quien ofrecía los cocoles en la vía pública en bolsas papel de estraza. Esto ocurría en pleno tráfico, hace más de 58 años, me contaron algunos de los antiguos habitantes, cuando los carros debían detenerse por el rojo semáforo.
Son personajes que permitieron abrir camino para que los cocoles se hicieran famosos y tradicionales en Tizayuca.
En la tienda de Flor de Mayo, el señor Don Sabino los comenzó a vender rellenos de cajeta, fresa, nata, frijoles, mole o queso.
Cuando cerraron el mercado municipal, la venta de cocoles se vino abajo. Comerciantes se fueron a la caseta de San Cristóbal para venderlos, pero ya en bolsas de plástico. Es decir, aún en los tiempos malos, nunca se dejaron de producir estos cocoles.
Miguel Monter Gutiérrez, hijo del señor Silviano Monter, continúa rescatando la tradición familiar. Con la receta original. Comenta que la producción más grande que han tenido fue 8 mil cocoles.
En su negocio es auxiliado por entre 8 a 10 personas.
Actualmente las  ventas se han reducido, y su familia es la que le ayuda a prepararlos, empaquetarlos. Lamenta que se esté perdiendo esta tradición. Quiere rescatarla y volver hacer los cocoles grandes.
Quienes son originarios de Tizayuca sabe que cerca del Panteón San Felipe, cuando vienen de regreso después de dejar a un difunto, pasar a comprar cocoles para llevar a la familia, o cuando vas de visita a otros lugares, porque es lo que identifica a Tizayuca desde hace mucho tiempo como costumbre.
En Horno de bóveda es donde se preparan los cocoles. Fue diseñado por su padre. Lo creó idéntico al que estaba en su antiguo trabajo. Aún conservan el primer horno que crearon. Siempre ha estado en función, sin enfriarse. Está  hecho de tabique rojo, pegado con barro, arena y aserrín al interior
Caben 25 charolas con 24 cocoles en cada una. El horno es elevado de 350 a 400 grados centígrados, por una hora. Ya que está listo se meten las charolas de 8 a 10 minutos.
El piloncillo es la parte esencial, antes lo compraban en la Sierra de Hidalgo, pero con los cambios de su proceso la caña de azúcar ya no fue pura, por eso ahora es transportado desde la Sierra de San Luis Potosí, a donde van para comprar de vez en vez, una tonelada de piloncillo para la producción de los cocoles tizayuquenses.
El anís se limpia a detalle para quitar una semilla de cilantro y unas ramas, y la harina que se utiliza es de trigo refinada e integral y no es tan delgada ni gruesa tiene que tener cierta consistencia que les permite trabajar para que el sabor y el color sea igual.
Los cocoles tizayuquenses han llegado hasta Roma. Un conocido los llevó hasta El Vaticano, Canadá, y a todo México.
Han sido invitados a programas de Televisión en tres ocasiones, con el difunto Paco Stanley; César Costa en la mejor época de “Nuevo día”, y “Mi barrio”, programas que en su momento fueron de gran audiencia.
Se encuentran ubicados desde hace 50 años en el barrio de Nacozari calle 16 de Enero en el local número 22, en la tienda además de los cocoles, se preparan puerquitos, polvorones y conchas.

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