
LAGUNA DE VOCES
Los tiempos que hemos vivido a lo largo de los últimos dos años, nos han hecho especialistas en escribir obituarios en los que se recuerda la trayectoria del personaje, del amigo, del familiar, a manera de defensa para que la muerte no se ensañe con ninguna de las personas que amamos. Recordar lo que hicieron, los momentos que pasamos junto a los que se fueron, nos dan testimonio de que la vida está llena de buenas personas que nos regalaron un tiempo para mirar la existencia a través de su experiencia, de sus ilusiones y tristezas.
Sin embargo, parece necesario platicar de los que todavía están con nosotros y, aunque enfermos de gravedad, sabemos que saldrán adelante, que nos volveremos a encontrar en cualquier lugar de esta ciudad aún pequeña, para ahora sí platicar en torno a una tasa de café sobre lo que han representado seis o casi seis décadas de vida.
Así lo quiero creer cuando me entero que Héctor Rico Alonso, con toda certeza quien mejor ha captado los tiempos del poder político en Hidalgo en fotografías que hoy mismo son memoria de ese fenómeno único en todo el mundo; decía, cuando me entero que se encuentra internado en un hospital aquejado de grave enfermedad, lo primero que puedo evocar es la etapa en que decidió que era tiempo de retratar de manera única a Pachuca, y me envió una hermosísima fotografía tomada desde lo alto de la Casa Rule, del nacimiento en que se convierte de noche la capital hidalguense.
Porque pocos, junto con Roberto Herrera, saben tanto de la técnica fotográfica antigua y moderna, de las razones que permiten el uso de la sombra y la luz, de la blancura de la luna, del color que otorga el viento pachuqueño. Así que son un montón de conocimientos que Héctor guarda en la memoria, y que por lo tanto debe compartir con las nuevas generaciones.
Así que debe salir bien librado de este momento que angustia a su familia, a sus amigos, a los que simplemente lo conocen como el hombre que no va a ninguna parte sin una o dos cámaras, y una disposición permanente para admirarse por lo que ofrece a su lente el planeta.
Lo conozco desde hace tanto tiempo que, como sucede siempre, uno da por hecho que la eternidad se quedó en nuestros hogares, y siempre habrá tiempo para volver a platicar con la paciencia que ahora nos entrega la edad.
A su esposa Aracely, a sus hijos, a toda su familia que hoy en la certeza que otorga la fe piden por su restablecimiento, me sumo con cariño, con la amistad que forjamos prácticamente desde que decidí hacer de La Bella Airosa mi residencia definitiva en la Tierra; con la certeza de que uno tiene amigos reales contados en el trayecto de la existencia, me uno a esa oración plena de fe, para que podamos caminar todavía un buen trecho de este camino de vida.
Estoy cierto que aún falta mucho por guardar en su cámara mágica, en su tarea de transformar la memoria histórica de un estado como Hidalgo, en la memoria familiar de quienes guardamos el rostro de nuestros hijos cuando eran niños en un parque donde mi hija Tania posó con su vestido de flores cuando tenía seis años para que luego, Héctor, nos regalara ese instante único y bello de la niña que reía y miraba al cielo.
Así que falta mucho trecho por recorrer querido Héctor.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta