Hay luz en el jardín

Hay luz en el jardín

LAGUNA DE VOCES

Había una luz en el jardín. De eso no hay ninguna duda, porque el rostro le quedó requemado cerca de los ojos, aunque fue un verdadero milagro, no le afectó la vista de ningún modo. Es posible atribuirle eso a los cipreses que se hicieron tan altos, al grado de cubrir de forma natural los espacios abiertos, y con seguridad eso ha evitado casos graves de cáncer en la piel, aunque eso es una conjetura sin base científica alguna, solo el cariño que se llega a tener a los árboles, igual que a las mascotas.

Pero esa luz fue real, y en las noches parpadea cuando ya todos se han ido. Es de un color que recuerda las primeras fotos de los telescopios que se lanzaron al espacio, y aunque puede ser que sean un armado hecho en computadora, hoy mismo me permiten tener un punto de comparación, para intentar, cuando menos, darme a entender.

Todo el universo cabe en esa luz, y con toda seguridad es algo que, una sola vez en la vida, acontece a las personas, sin que haya necesidad de morirse después, como sucede regularmente. Por eso los datos son tan escasos, y en buena parte, fruto de la invención. Así que, puedo acabar igual a los que hablan o escriben de lo que no saben absolutamente nada, ofrezco los detalles más precisos de esa luz que sin duda existe, pero en torno a la cual han surgido tantas versiones, que han acabado por creer que todo este asunto es charlatanería, mentiras viles con quién sabe qué negras intenciones. Ofrezco mi versión más honesta y apegada a los hechos, sin nada que no haya visto con mis propios ojos, y con la única intención de que, por lo menos, quede constancia de los hechos, que si bien carece de bases científicas, sí tiene fundamento en una observación meticulosa del acontecimiento.

Primero estuve cierto que se trataba de un relámpago, porque el jardín entero se iluminó, pero no semejante a que el sol se hubiera parado en las nubes. Fue más una luz blanca, que dejó ver las venas de los muros, hasta las más diminutas, por donde seguramente transita la sangre que da origen a la realidad, que todo el tiempo se construye.

Después regresó la oscuridad, en la madrugada, casi a las cuatro de la mañana, y tal vez la única diferencia de otras ocasiones, es que la temperatura era cálida en un fin de año que por estos rumbos es casi a nivel de congelación.

Poco a poco se fue formando en el aire una especie de arena luminosa, que empezó a dibujar caminos hacia la banca que todos los días miro desde mi oficina. No sucedió nada extraordinario, solo la arena de luz, y remolino igual de pequeño, igual de inocente. 

Dicen que para cada ser humano que se muestre dispuesto a no confiar tanto en sus sentidos, existe esa visión que no dura nada, pero que otorga la seguridad absoluta sobre lo que vendrá después de muertos. Por lo tanto, se deja de sufrir, porque dejamos de sentirnos como cosas tiradas en el basurero del universo.

La luz se quedó encima de la banca de acero con pintura blanca. Algunos dicen que ver el universo entero, debe tener que ver por fuerza con alguna conjunción de elementos tan fantásticos, que resulta imposible describirlos, pero no es así. Vemos la maravilla que representa tener en la memoria a la madre muerta hace más de 50 años, los hermanos que recién partieron, los padres, el abuelo con nombre de profeta, es decir Ezequiel. Y para fortuna nuestra es posible hablar con ellos, saber que, después de todo, el siguiente paso, luego de la vida, es siempre una nueva oportunidad.

Desde la muerte de los seres queridos, amados, la vida se hace más tranquila, más distante de las veleidades de lo que considerábamos existencia, cuando no lo era.

La luz existe, es plena de tranquilidad, recuerdo imborrable de que, efectivamente, todo se trata de algo más que el tiempo que nos toque andar por estas tierras de La Tierra, y que, sinceramente, vale la pena de manera absoluta.

Mil gracias, hasta mañana.

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