
Letras y Memorias
Te sientas, te sientas en una suave mecedora bajo el bochorno serrano y con apenas un sombrero cubriendo la cabeza el inclemente sol de verano. Sentado allí es que visualizas la serie de caminos que precisamente te han colocado en donde ahora estás contemplando el paisaje y, por absurdo que parezca, te maravilla la serie de idioteces y alegrías que tuvieron que pasar para que todo en tu vida acabase por encajar de la manera en que hoy lo experimentas.
Dando ese vistazo al pasado con el rabillo del ojo, notas que el frágil aleteo de una mariposa, bien pudo causar un huracán a kilómetros de distancia. “¿Qué hubiera pasado si no hacía esto o aquello?”. No se sabe, porque nada se puede hacer con lo pasado salvo meras suposiciones, decenas de “quizás”, al final del día, escenarios vacíos que si no existieron fue por algo que ocurrió o no.
“¿Cómo sería hoy la vida si en lugar de elegir una ciudad para vivir, hubiera sido otra?”. Volvemos al punto previo: no se sabe ni se sabrá, porque incluso cuando tomes la decisión de ir ahora sí a esa ciudad dejando atrás el cobijo de tu residencia actual, el inmisericorde tiempo habrá hecho de las suyas y ya no serás tan joven como en 2013, ni tendrás las mismas ambiciones o anhelos que en 2015. Todo cambia, todo sigue y si decides de pronto convertirte en un rebelde que vaya contra la brutal corriente de la existencia infinita, entonces te vas a ver ahogado en el primer chapuzón al río que representa el universo en esta analogía.
Es entonces que en apenas un parpadeo, estás de vuelta en la Tierra, en este plano que ha sido el único que has conocido desde que emergiste del cuerpo de tu madre. En apenas un parpadeo aprendiste a caminar, sufriste tus primeras caídas, diste tus primeras palabras medianamente sensatas y aún hoy, a veces no tienes las palabras exactas para tal o cual momento. En apenas un parpadeo viviste tu primer amor, tu primera resaca y, si tuviste suerte, ambas ocurrieron casi a la par; en apenas un parpadeo aprendiste a odiar al mamón que se llevó a tu chica, aprendiste a aborrecer los miércoles con clases de Estadística a las 7:00 de la mañana, y aprendiste ciertamente, a odiar el calor con todo el sudor que este representa.
La vida humana es tristemente corta, breve, un suspiro si se compara con la universal existencia de las estrellas, satélites o el cosmos más allá de nuestras cabezas. Somos apenas un instante dentro de un universo que incluso en su tamaño, resultaría finito según el pensamiento de Stephen Hawking, así que aquello que creemos vasto e interminable, tendrá el mismo fin que uno, que tú.
En una existencia llena de “porqués”, “cómos” y “hubieras”, la única posible certeza que tienes, es que “de la vida nadie se salva”, nadie ni nada. Por tanto, mientras contemplas el paisaje sentado allí, en esa mecedora, acabas por entender que el calor de verano habrá de acabar cuando septiembre traiga consigo el otoño, y entiendes igual que sin importar los pasos que des hoy, nada te libra de tener que llegar a donde llegamos todos: hasta el amargo final.
¡Hasta el próximo jueves!
Postdata: Para algunos “el amargo final” puede resultar una dulce meta, para otros no tanto pero, nadie es capaz de huir de ese peculiar destino.
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