PRODUCCIÓN DE MEAD, FÁBRICA RÚSTICA
Desde la carretera que lleva de Pachuca a Tulancingo se puede ver el casco de hacienda, ahí en dónde todavía se conoce como la Altiplanicie Pulquera, sin embargo hoy, sólo hay leyendas, fantasmas, y nostalgia por todas las generaciones que crecieron ahí
Cuando despertó, Luis Rodolfo Samperio Llano miró hacia atrás. Tenía 42 años de edad una carrera como contador con especialidad y maestría en Sistemas Computacionales, además de una cabeza llena de inquietudes que le llevaron hasta dónde está ahora, trabajando en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) y fabricando vino tipo Mead en sus ratos libres.
Alejado del lugar que se resiste a perder su magia con el paso del tiempo, dónde ha vivido gran parte de sus mejores momentos, siempre ha buscado regresar a Tecoaco en el municipio de Singuilucan, en dónde a momentos, se dedica a experimentar y producir bebidas alcohólicas con la calidad necesaria para comercializarse próximamente en México.
Desde la carretera que lleva de Pachuca a Tulancingo se puede ver el casco de hacienda, ahí en dónde todavía se conoce como la Altiplanicie Pulquera, sin embargo hoy, sólo hay leyendas, fantasmas, y nostalgia por todas las generaciones que crecieron ahí. Ya no se ve la producción de miles de litros de pulque al día que se tuvo en los mejores tiempos, poca gente de ahí continúa esa tradición, sin embargo las nuevas generaciones buscan al igual que Samperio Llano, crear otras bebidas.
“En la hacienda siempre se había hecho pulque, se mantenía de la venta de alrededor de mil litros al día que se llevaban en tren hasta la ciudad de México, pero fue como en los años 80 cuando dejó de producirse, al menos en la hacienda”, explicó.
Ahora ya casi no se ven las magueyeras que tanta fama dieran a la altiplanicie pulquera, el maguey se ha casi terminado en esta región, y eso aunado al poco interés de las nuevas generaciones por producir el llamado “néctar de los dioses” han hecho que se busquen otras alternativas, incluso un tanto más comerciales.
Luego de experimentar por años, de documentarse, instalar un pequeño laboratorio y de hacerse de los materiales necesarios, tendrá el primer lote de alrededor de mil botellas de hidromiel, o lo que se conoce como Mead, un vino realizado a base de miel y cuyo proceso de producción es similar al que se realiza con el vino blanco.
Todo comenzó con un tarro de cerveza
Era el año de 2006, cuando Rodolfo Samperio Llano realizó una salida a los Estados Unidos, fue ahí en dónde se dio cuenta de toda la cultura de consumo que tienen los estadounidenses en la cerveza no sólo la fabricada por grandes empresas sino la que se produce en los mismos bares.
“Un día se me ocurrió hacer cerveza, viví casi un año en los estados unidos y probé gran cantidad de cervezas, entonces cuando regresé y por casualidad me encontré con un sitio en la web que decía todo lo que necesitas para hacer cerveza, comenzó mi curiosidad y tres años después ya estaba fabricándola, de 15 a 20 litros para consumo familiar”.
Mead o Hidromiel
El Hidromiel o Mead, es considerado una de las bebidas alcohólicas más antiguas de las que se tenga registro, se le vincula con distintas culturas de la antigüedad como los griegos, romanos, celtas, sajones y vikingos.
Al igual que otras bebidas alcohólicas, el Mead requiere de levaduras (hongos microscópicos que se encargan de descomponer cuerpos orgánicos para la obtención de distintas sustancias) y azúcares (en este caso la miel de abeja) para logra sus composición que también puede mezclarse con otros componentes que le den otro sabor o realcen el propio de la miel.
En la fábrica Samperio el proceso comienza en el pequeño cuarto improvisado que se convirtió y adecuó en laboratorio, dónde no se tienen instrumentos muy sofisticados pero si lo necesario para realizar las pruebas de acidez, neutralización y manipulación del porcentaje de alcohol que resultará de cada mezcla de miel, agua y levadura.
Posteriormente se determinan las cantidades de materia prima que se utilizarán, se mezclan y se pasteurizan a una temperatura de 70 u 80 grados. Luego el líquido, pasa por mangueras sanitizadas (que fueron tratadas para reducir el número de microorganismos a un nivel seguro) hacia el segundo nivel que se encuentra debajo del laboratorio y en dónde se realizará la siguiente etapa.
El proceso de fermentación tarda alrededor de dos o tres semanas en completarse y debe mantenerse en una temperatura ambiente de entre 15 y 18 grados centígrados, sin embargo aún no concluye el proceso para obtener la bebida que se asemeja mucho en cuerpo al vino blanco pero que no pierde las notas del sabor a miel, el Mead tiene que madurar entre 6 y 12 meses en tanques de plástico para que una vez que mueran las levaduras se sedimenten y se obtenga una bebida muchos más clara y presentable para beber.
Finalmente se embotella, y se le coloca un corcho, en este tema Samperio Llano explica que existen niveles de corcho entre los que destacó tres: “el de nivel uno tiene duración de dos a tres años; el de nivel dos entre 10 y 15 años; y el de nivel tres que tiene una duración de hasta 20 años”,
El embotellamiento es sencillo, con una máquina manual que hace la suficiente presión como para colocar el corcho. Una vez embotellado, el mead es almacenado en la cava subterránea que se encuentra bajo el segundo nivel de producción, cabe destacar que hasta el momento todo el proceso lo realiza una sola persona (incluso el diseño de etiquetas), sin embargo no descarta que con el tiempo y teniendo una producción superior a los 4 mil litros anuales se requiera de generar empleos.
La investigación
Luis Rodolfo Samperio Llano, reconoció que el proceso puede llevarse de una forma empírica, sin embargo destacó que tras obtener el conocimiento necesario comenzó a realizar la investigación que el permitió generar ya un primer lote de mil litros que estará listo a finales de noviembre de este año, por lo que tuvo que emprender la aventura de conocer más sobre los procesos científicos que conlleva esta producción.
Sin embargo el camino apenas comienza, ya que una vez que se tenga listo tendrá que buscar la forma de registrar la marca que tentativamente lleva el nombre del producto que le agrega sabor y que puede ser: Naranja, fresa, lavanda, pera, manzana, entre otras, más la palabra Mead, misma que contendrá un estimado de 12 por ciento de etanol, así como iniciar los trámites hacendarios conforme a lo establecido por la ley.
De esta forma Luis Rodolfo, se despide desde la cava subterránea, con la botella de una cerveza que quedó en la pasada producción, con un sueño más realizado en su nada monótona vida, y con la inquietud de experimentar en lo que se ha convertido una más de sus pasiones “el arte de hacer vino”, en la misma hacienda ex pulquera ubicada en “el lugar de la culebra de piedra” del náhuatl Tecoaco.