Hablando de la defensa del peso mexicano

NÚMEROS CLAROS

 

En la Revista del Fondo Monetario Internacional (FMI) de marzo de 2008, Mark Mark Stone, Subjefe de División;Harald Anderson, Auxiliar de Investigación, y RomainVeyrune,Economista, del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del FMI entonces, publicaron un artículo titulado: “Regímenes cambiarios”.

A la luz de lo que está pasando con el peso y por ser el FMI una institución con mucho prestigio entre la burocracia de todos los países, no se ahora si de la griega también, he querido recordar este artículo y compartirlo con los lectores de “Números Claros”, pues he venido criticando en esta columna la política seguida por el Banco de México al respecto y calificando su política monetaria de apoyar la flotación sucia del peso y su sobrevaluación, lo que no ayuda a los exportadores, menos contra los productos chinos apoyados en un yuan sub evaluado.

El artículo en cuestión inicia diciendo que “Un Dueño de una tienda de tablas de surf en una isla del Pacífico que calcula en marzo el costo de importar en julio 100 tablas desde California deberá́ considerar también el tipo de régimen cambiario de su país. El régimen cambiario determina el tipo de cambio, o sea, el valor de la moneda nacional frente a otras”, se aclara en el artículo.

Luego se explica que “Con un régimen de cambio fijo —en que el valor de la moneda nacional está vinculado al del dólar estadounidense— el comerciante tendrá́ la certeza de que el precio de las tablas en moneda nacional no fluctuará en los meses siguientes”, lo que sin duda ofrece garantías a los inversionistas para planear y recoger sus utilidades. Pero “En cambio, con un tipo de cambio flexible frente al dólar, el valor de la moneda nacional puede subir o bajar y el comerciante quizás tenga que reservar un monto mayor, o menor, de moneda nacional para la compra”, explican los analistas, lo que sin duda dificulta cualquier proceso de planeación, pero no lo imposibilita.

Luego se aclara en el artículo que “Si este escenario se hace extensivo a todas las transacciones entre países, se observa que el régimen cambiario incide mucho en el comercio internacional y en los flujos financieros. El volumen y rápido aumento de esas transacciones pone de relieve la importancia crucial de los tipos de cambio hoy en día, por lo cual el régimen cambiario es un elemento central del marco de políticaeconómica”, puntualizan.

Este análisis es central para todo economista, algo que no debe omitir en su sentido común de ver el mercado de divisas; pero parece que a la hora de elaborar la política económica para 2015, algunos funcionarios del gobierno tenían otra visión de este problema, a tal grado que pese a la adversidad de la evolución de la economía mundial proponían un precio del petróleo y un tipo de cambio, del peso respecto al dólar, fuera de la realidad.

En el artículo en cuestión se aclara que “Hay tres categorías generales de regímenes cambiarios. En un extremo del espectro están los regímenes de paridad fija (paridad dura), que comportan el uso obligatorio de la moneda de otro país (la dolarización plena) o una disposición legal que obliga al banco central a mantener un volumen de activos externos equivalente (como mínimo) al volumen de moneda nacional en circulación y las reservas bancarias (caja de conversión)”, se especifica.

A la vez, se señala que “En general, la paridad fija va acompañada de una política fiscal y estructural adecuada y una inflación baja, y se mantiene por periodos largos, lo que supone más certidumbre a la hora de calcular el precio de las transacciones internacionales”, subraya. No obstante, se aclara que “con este sistema, el banco central no tiene una política monetaria independiente, pues no puede ajustar el tipo de cambio, y sus tasas de interésestán vinculadas con las del país de la moneda ancla”, como en el caso de Ecuador, donde la moneda de circulación nacional es el dólar o El Salvador, en Latinoamérica.

Por otro lado, se señala que “La paridad fija pero con mayor flexibilidad (paridad blanda) es un régimen intermedio, en que el valor de la moneda se mantiene estable frente a una moneda ancla o una cesta de monedas. El tipo de cambio puede vincularse al ancla dentro de una banda estrecha (+1% o –1%) o amplia (de hasta +30% o –30%) y, en algunos casos, la paridad fluctúa a lo largo del tiempo, dependiendo por lo general de las diferencias entre las tasas de inflación de los países”, lo que sucedió en la Unión Europea con el ECU antes del surgimiento del Euro.

En el artículo se aclara como “En el otro extremo del espectro están los regímenes de flotación, en los que el tipo de cambio lo determina principalmente el mercado. En los países con este sistema, el banco central interviene (comprando o vendiendo divisas a cambio de moneda nacional) ante todo para limitar sus fluctuaciones a corto plazo. Sin embargo, en algunos países (como Nueva Zelandia, Suecia, Islandia, Estados Unidos y los de la zona del euro), el banco central casi nunca interviene”, se aclara.

Los analistas indican cuales son las ventajas de dejar el mercado determinar la paridad de la moneda, señalando que “la flotación ofrece al país la ventaja de mantener una política monetaria independiente. En ese país, el mercado de divisas y otros mercados financieros deben estar suficientemente desarrollados para absorber los shocks sin sufrir fluctuaciones importantes del tipo de cambio. También se necesitan instrumentos financieros para cubrir los riesgos creados por las fluctuaciones cambiarias. La mayoría de las economías avanzadas y de los principales países de mercados emergentes aplican un régimen de flotación.

Pero la realidad es que cuando una moneda se encuentra flotando en el mercado de divisas y el banco central interviene para estabilizar su paridad respecto a otra moneda, como ha sido el caso del peso, se habla de una flotación sucia, pues no es la oferta y la demanda quien determinan su paridad, sino las intervenciones del banco central vendiendo una determinada moneda, en este caso el dólar, para estabilizar el peso, por ejemplo.

La subasta diaria de 52 millones de dólares, por parte del Banco de México, no persigue otra cosa que estabilizar una paridad del peso respecto al dólar alrededor de los 15 pesos por moneda estadounidense, cuando sin sus intervenciones la paridad del peso podría alcanzar los 17.50 pesos por dólar, lo que sería su verdadero valor de mercado.

Resulta contradictorio que los defensores del libre mercado, apuntalado con las reformas aprobadas en 2013, ahora pretendan dilapidar las reservas internacionales para defender un peso sobrevaluado que no refleja ni la realidad del mercado de divisas ni el nivel de productividad real de la economía mexicana.

Vale la pena preguntarse ¿quiénes son realmente los beneficiarios de las ventas de divisas? ¿Quiénes se han beneficiado del enorme diferencial de tasas de interés, entre las que cobran los bancos comerciales y la que cobra el banco de México? ¿Quién tiene en sus manos el botín, de un país secuestrado por el capital, la corrupción y el crimen organizado?

Related posts