- Tiene 63 años y graves problemas de salud, requiere que lo operen de las dos rodillas, debido a que cada día se le complica más caminar a consecuencia del desgaste de cartílago
Tula de Allende.- Para ganarse la vida vende dulces en el semáforo del bulevar Tula-Iturbe, frente al hotel Sharon, además es aseador de calzado ambulante.
Dice temerle a la pandemia del nuevo coronavirus Covid-19, pero no le queda de otra más que trabajar, compartió en entrevista para Diario Plaza Juárez, don Benito Juárez Ortiz, quien es vecino de El Carmen en la colonia El 62 en Tula.
Sonriente, comenta: “tengo 63 años, pero estoy muy trabajado y eso es lo que ha mermado mi salud”.
Es evidente que requiere del apoyo del DIF municipal para que le ayude a realizar la gestión ante el hospital Regional Tula-Tepeji y lo operen de las dos rodillas, debido a que cada día se le complica más caminar a consecuencia del desgaste de cartílago.
Señaló que ya realizó todo el procedimiento médico y que quedaron en hablarle para la programación de la cirugía; “pero han pasado varios meses y nada. Me preocupa que pueda dejar de caminar”.
“SÓLO MI HIJO ME AYUDA, PERO AÚN ASÍ ES POCO EL INGRESO”
Tiene cuatro hijos, tres mujeres y un hombre, y dijo que sólo su hijo le ayuda, pero que gana muy poco dinero, así es que no le queda de otra más que, apoyado de su bastón, salir a la calle a ganarse la vida vendiendo dulces en uno de los cruceros del bulevar Tula-Iturbe, además de que acude a algunas colonias a bolear zapatos, lo que le permite ganar cuando bien le va unos cien pesos al día.
Recordó que cuando fue joven trabajó muy duro como albañil, chofer y en cualquier actividad que con la que se ganara la vida honradamente, pero que hoy lamentablemente por su condición de salud ya no puede hacerlo, pero que no por eso roba como muchos jóvenes lo hacen, aun y cuando tienen fuerzas para trabajar.
Agradeció a quienes le compran dulces o incluso de su propia voluntad le regalan una moneda o le dan su calzado a bolear para ganarse un centavo para solventar sus necesidades más elementales.
Con la mirada clavada en el suelo y apoyado en su bastón platica: “Me gusta buscarme la vida, porque el que no lucha no cruza el río, también es cierto que mucha gente sólo estira la mano y en mi caso vengo a trabajar tres días a la semana vendiendo dulces, no importa que este rengo, pero aquí ando”. Y que el resto de la semana lo ocupa para irse a bolear zapatos.
SU ORGULLO ES DEJAR EL CALZADO RELUCIENTE
Confiesa que por la dolencia de los pies cada vez se cansa más, sobre todo al tener que cargar el cajón donde lleva todas las herramientas de trabajo para dejar el calzado reluciente y los clientes se queden contentos.
Por cada boleada cobra 13 pesos y que quizás con lo que gasta para el material y el pasaje le queda unos tres o cuatro pesos, pero que los recibe con gran gusto al ser producto de su esfuerzo y así tener para comer.
Recomendó a los jóvenes ahorrar para que cuando lleguen a viejos y no tengan que padecer carencias como le está ocurriendo a él, les pidió también respeten a sus mayores y sobre todo a sus padres.
Les puntualizó que adicciones como el alcohol, cigarro, la droga o cualquier otra sustancia los lleva a la destrucción y que lo mejor es echarle ganas, los exhortó a que luchen por lo que quiere y a que se alejen de cometan delitos, porque la libertad es algo de lo más preciado y no el dinero mal habido.