No a la guerra de Ucrania

No a la guerra de Ucrania

El Faro

Hace poco más de un siglo concluía la primera guerra mundial. Los campos europeos se llenaron de brechas y trincheras en donde reposaban cuerpos desechos, en todas sus acepciones. La sangre discurrió de manera cruel durante años secando el futuro de las juventudes de varias naciones.

No hace un siglo aún, se estrenaba la guerra civil en España. Unos contra otros, los hermanos se levantaron en armas, defendiendo dos maneras de pensar distintas. Poco después estalló la mayor barbarie que la humanidad recuerda en toda su historia: la segunda guerra mundial.

Las naciones dubitativas se organizaron y se aliaron para agredirse mutuamente, en algunos casos aludiendo legítima defensa. Más cuerpos, más sangre. Ahora no solamente en los campos estáticos de batalla, sino transformados en humo que salía por las chimeneas de los campos de exterminio. 

No hace tanto, en la que antaño se llamaba Yugoslavia, se alzaron distintas religiones y razas, unas contra otras, con ánimo de recobrar independencia y ganar terreno. Atrocidades similares a las de la segunda guerra mundial también se perpetraron en esta lucha.

Europa en todos estos encontronazos tuvo un papel no muy alabable. Todas las confrontaciones mencionadas, tuvieron lugar en el suelo que ahora conoceríamos parcialmente como primer mundo. Esta Europa lleva años intentando dedicarse a la paz y al bienestar, cuando menos el suyo propio. Pero no está sola en el mundo.

Los tambores de guerra vuelven a sonar. El fuego de las armas retumba en las puertas europeas. La sangre sigue fluyendo y los cuerpos se mantienen yacentes en el aún invierno. Parecería que una situación similar ya no se iba a ver. Las guerras y los bombardeos se iban a dar en diferentes países de oriente medio o en lugares del tercer mundo. Pero no ya en Europa, tierra vieja. Todo el globo vuelve sus miradas a la vieja Europa porque todos sentimos peligro al ver las imágenes de lo que está sucediendo en Ucrania.

Las principales potencias se organizan para arrinconar al agresor. Éste se alía con el gigante chino para alimentarse en sus propios deseos coloniales y expansionistas. Todo el globo teme. Ya recordamos menos al covid, ya recordamos menos otros temas que nos ocupan y miramos hacia allá con precaución.

Con todo este bagaje histórico podemos hacernos preguntas eternas: ¿no hemos aprendido nada?, ¿se nos olvidó el dolor y temor de nuestros padres?, ¿qué alimentan el interior de la autoridad que pone en riesgo el mundo por satisfacer su deseo?, ¿qué sentirán las mujeres, niños y ancianos que están llegando a Polonia dejando atrás a sus esposos, hijos, padres y nietos defendiendo su tierra?, ¿qué pasaría si los integrantes de los ejércitos se negaran a llegar a extremos de peligro mundial obedeciendo órdenes suicidas y patológicas?, ¿no seremos capaces entre todos de organizarnos para vivir en paz y de la mejor manera posible sin tirarnos piedras como en el Paleolítico?

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