PEDAZOS DE VIDA
Conforme pasa el tiempo, algunas prácticas se comienzan a hacer obsoletas hasta que desaparecen por completo. Cuando era chico, allá en inicios de los años noventa, cuando se iba a pedir a la novia, los papás del novio llegaban con una canasta llena de diversos productos de comida, entre estos una botella de rompope y una caja de galletas que se abrían al momento de la pedida de mano.
Aquellos tiempos que en la relatividad del tiempo no parecen tan cercanos, se alejan segundo a segundo y persisten sólo en la memoria de algunos nostálgicos como uno, así mismo hay algunos momentos que aunque no han desaparecido por completo, comienzan a despertar la nostalgia de aquellos que alcanzamos parte de su apogeo, como son los saludo en la radio.
La prima de mi papá se llama Katia, con ella conviví muchas anécdotas porque de toda su familia fue la que nació al final y a destiempo como pilón que se daba en la tienda o calendario en fin de año. Ella es más grande que yo pero no lo suficiente para no compartir algunos juegos de niños.
Cuando Katia llegó a la adolescencia ya no quiso jugar con nosotros; después y a mi tiempo, entendería esos procesos. Sin embargo, hay un recuerdo que no puedo borrar de mi memoria, aquella tarde en la que mi tía Nadia (su madre y tía abuela mía) le puso una madriza de aquellas.
Quién iba a decir que una voz del otro lado del pueblo que ya se veía como ciudad, iba a despertar la furia de mi tía, pero es que el locutor había sido muy claro en el nombre y apellidos que había dado de mi prima, la dedicatoria, así como el nombre del varón que la dedicaba, y pues eso no le había gustado a mi tía.
Por eso en cuanto terminó la canción “Mariposa traicionera” mandó traer a mi prima, le puso los cachetes rojos a pura manopla, ahora que entiendo el significado de la letra entiendo el enojo de mi tía pero también creo que exageró en los golpes, si era bien bonito que dedicaran canciones, aunque debemos reconocer que también había “grandes dedicatorias”.
