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Gracias por el frío 

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Gracias por el frío 

LAGUNA DE VOCES

De nuevo el frío. El tiempo de Pachuca sí tiene palabra, y pasado el calorón retoma su paso, se transforma, se recompone, porque extrañábamos las tardes de aire helado, las ganas de llegar a la casa y cobijarnos hasta mañana. A lo mejor asomarnos a la calle de Guerrero y confirmar que en la subida al edificio central de la universidad, todo los fantasmas son eternos, y si se guardaron un rato con motivo de la onda solar, hoy caminan despreocupados por Bravo, Allende y C. Doria.

Hace falta el frío, aunque al rato diremos que no, que el ambiente playero nos hace felices, pero no es cierto; es la costumbre de no estar contentos con nada, pero si el espíritu tuzo ya pegó en el alma y pasamos los 60 años, entonces algo de cadáveres tendremos que festejamos las calles heladas, los paisajes casi tan tristes como la melancolía que a cada rato nos agarra del cuello, y nos conformamos porque, después de todo, empezamos la práctica cotidiana de mirar el cielo con nubes grises y el aire, el aire que nunca se habrá de ir.

Además, el frío es saludable para los que se enferman a la menor provocación, y traen una tos perruna en las mañanas y noches. El frío tiene su gracia, como guardarnos temprano, apurar el ensayo de la plancha mortuoria, ensayar la sonrisa que deseamos quede para la posteridad, por supuesto de quien se anime a despedirnos sin miedo.

Y lo mejor, nos invita a mirar el mar nadamás que se pueda, que caigan los pagos de transferencia antes que un infarto masivo de preocupación nos mande derechito al universo de todos presagiado, pero tan temido.

Ahora que ya regresó, el frío, sería bueno convocar a ejercicios de cómo ser el pachuqueño que sale a las calles del centro, donde corre el viento desbocado, nadamás con una camisa de manga corta, y con desprecio absoluto por el suéter o la chamarra, y ni se hable de usar bufanda o guantes, que eso es para los que se denuncian como fuereños.

Ejercicios para ser un buen pachuqueño, deberán incluir una marcha de Guerrero hasta la Plaza Independencia, donde deberán dirigir su mirada hacia el horizonte, en tanto resisten sin chistar y sin temblar, los zarpazos que mandan desde los cereros, esos dioses que labraron a fuerza de soplidos, la capital del Estado.

Solo cuando se pueda caminar despreocupado por Allende, dar vuelta en Matamoros, subir a la plancha del Reloj, y quedarse quieto sin hacer gestos de ningún tipo y, por el contrario, demostrar con hechos que se disfruta del aire congelador, solo entonces, se puede alguien preciar de ser legítimo pachuqueño, de nacimiento o de adopción.

Hacía falta del frío, porque la vida no es sol eterno, playas de ensueño como la canción, festejo sin fin. No. La vida es a veces padecerla, para asomarse un rato a la algarabía, a la risa sin freno, pero saber que debe regresarse al hogar que se finca con el alma, al lugar donde habita y se conserva el amor, porque solo el frío lo conserva como las frutas caras.

Así que bienvenido el clima de la ciudad donde oscurece más temprano que cuando el sol se prende del cielo.

Mil gracias, hasta mañana.

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