Matanza en Orlando
● La discoteca de Orlando donde 49 personas, la mayoría latinas, fueron asesinadas a tiros era un lugar de liberación y seguridad para la comunidad LGTB de la ciudad
Maribel Mejía y su esposa hacían muchas actividades con las dos parejas. “Eran mis hermanitos”, pasaban juntos las grandes celebraciones… “No nos importaba si nos miraban. Éramos felices”, destaca. La productora de televisión evita hablar del futuro. Se le entrecorta la voz. “No quiero pensar en eso, me hace mucho daño, tengo que aprender a vivir con ello”, dice.
Maribel Mejía perdió a ocho amigos en la matanza de Orlando. Cada sábado, la noche de fiesta latina, acudía con ellos a la discoteca gay Pulse. “Era nuestra casa, éramos familia”, explica Mejía, de 42 años, nacida en República Dominicana, criada en Puerto Rico y que vive desde pequeña en Florida.
La discoteca Pulse era un santuario para la comunidad LGTB de esta ciudad. Un templo de liberación y de seguridad, Ahí no temían sentirse juzgados. Esa aura de protección se hizo añicos el domingo, cuando Omar Siddique Mateen abrió fuego indiscriminadamente y mató a 49 personas en el peor tiroteo de la historia de EU y el mayor ataque al colectivo homosexual. El antecedente era un incendio intencionado en un bar gay de Nueva Orleans en 1973, en el que murieron 32 personas.
Desde enero de 2015, el matrimonio homosexual es legal en Florida como consecuencia de un fallo judicial, pero el Gobierno estatal, de control republicano, se ha resistido a conceder los mismos derechos sociales a los matrimonios de personas del mismo sexo.
Mejía, que trabaja como productora de televisión, acudió con su esposa a Pulse la noche del sábado. Pero a los 20 minutos se marchó porque se encontraba mal. No llegó a ver a sus ocho amigos, con los que había quedado más tarde. Tenían entre 25 y 39 años. Siete hombres (todos puertorriqueños) y una mujer (estadounidense). Cuatro eran pareja.
De las 49 víctimas del atacante, que fue abatido por la policía, el 90% es de origen hispano: 23 puertorriqueños, 12 estadounidenses, cuatro mexicanos, tres dominicanos, dos cubanos, un ecuatoriano y un venezolano, al margen de tres personas cuya nacionalidad aún no se ha revelado. Las víctimas tenían entre 18 y 50 años. La gran mayoría eran hombres.
Desde hace tres años, la noche de sábado en Pulse era el lugar de encuentro de Mejía con sus amigos. “Ahí nos permitían abrazarnos, besarnos. Era tan bonito, no había inhibiciones, a nadie le iba a molestar eso”, explica.
Eso no sucede, asegura, en discotecas no enfocadas al público gay: “Nos sentimos incómodos, se nos quedan mirando como si fuéramos unos bichos raros. Evitamos ir, por eso tenemos nuestros propios lugares, que son sagrados, es la iglesia, el punto donde nos encontrábamos para pasarlo bien sin hacerle daño a nadie”.