Frente frío…

Frente frío…

Pido la palabra

La situación por la que atravesamos empieza dar mucho frío, y por supuesto que no me refiero únicamente a la baja temperatura que prácticamente ya se ha plantado en la mayoría de los Estados de la República; más bien, por el estado de cosas que cotidianamente se están presentando en nuestro país.

Empezando por ese efecto cucaracha, más o menos reconocido en algunos Estados de la República, y aceptando que se puede presentar por la presión que se está ejerciendo en otras entidades federativas en torno a la delincuencia, y es evidente que hoy los mexicanos nos encontramos en una terrible zozobra, al encontrarnos en varios frentes bélicos. Salir en la noche en carretera ya no nos impulsa la seguridad sino la necesidad o la urgencia.

Bajo estas circunstancias, la desbandada podría darse entre la población civil y no por los delincuentes.

La gente de bien (que estoy seguro, es la mayoría de la población), quiere tranquilidad, no andar cuidándose cada que salgan a la calle, con la incertidumbre de si podrán regresar a sus casas; ese frío es más fuerte que el derivado del cambio climático, por más que se digan en todos los foros, mediante cifras oficiales, que se ha avanzado en la política de seguridad, la población sigue teniendo miedo.

Pero ese es solo una parte del vórtice que nos llena de frío no solo el cuerpo, sino también el corazón, pues el ánimo se nos estruja cuando se dice que una ley o reforma nos va a resolver los problemas que nos aquejan, pero en muchos casos, están hechas al vapor o sin los mínimos estudios de factibilidad, por lo que terminan por ser más nocivas que aquellas que se derogaron o abrogaron.

Otro frente frío es por el aumento de los casos de enfermos de la Covid- 19 y el consecuente incremento en el número de muertos; si bien el número de defunciones es alarmante, tanto por la desgracia que en sí mismas representan para igual número de familias, lo es igual por la sombra de las medidas que por contingencia pueden tomar las autoridades de los tres niveles, a veces tarde, a veces insuficientes.

Ondas gélidas invaden al territorio nacional, pues los problemas de México no se resuelven en convenciones nacionales o internacionales, tampoco se resuelven con declaraciones partidistas ni mucho menos con buenos deseos de los que hacen leyes al vapor y después se dicen “chamaqueados” para justificar las malas proyecciones que se topan con la realidad.

El pueblo mexicano necesita calor, pero no de ese calor que proporcionan las cobijas que en algunas regiones solo sirven para sacar la foto del que las compró con presupuesto oficial; los mexicanos quieren ese calor que da el entendimiento de su realidad, el calor propio de la sensibilidad a los problemas que día con día los aquejan; los mexicanos quieren cada noche, ir a dormir con la tranquilidad de saber que mañana amanecerán y su trabajo seguirá estando ahí, que sus hijos podrán disfrutar de un desayuno, que al padre o a la madre no le costó sangre y lágrimas, y sí mucho sudor, que lo haría disfrutar ese pan del esfuerzo.

Mientras esa tranquilidad y esa sed de “aquí estoy, háganme caso” no se vea en nuestros gobernantes, los mexicanos seguiremos teniendo frío y el que tiene frío, terminará también por congelársele el amor a la democracia.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está

Related posts