RELATOS DE VIDA
Con cada amanecer y ante el primer rayo de luz que entraba por la ventana, estiraba los brazos y piernas, frotaba sus ojos, soltaba un profundo suspiro, y se reincorporaba de la cama, con la esperanza de no dar un paso atrás en el camino a ser una persona estética y esbelta, que la impulse también a fortalecer el amor propio que estaba desaparecido.
Caminó hacia el baño, se detuvo frente al gran espejo, se quitó lentamente cada una de las prendas que portaba, giraba hacia los lados, para observarse detenidamente en cada perfil.
Mientras posaba de cada uno de los lados, acariciaba uno a uno los surcos de su extinta cintura y de su abdomen, y con sus dedos seguía las líneas de las estrías producidas por las súbitas subidas y bajadas de peso derivadas del estrés.
Después del recorrido visual, volvía a vestirse, y regresaba a la habitación para portar la ropa que llevaría durante el día, pero tardaba algunos momentos, pues el solo pensar que las prendas le quedarían justas y le cortarían la respiración sintiéndose incómoda y deforme, retrasaba el ritual de arreglo.
Con unas series de respiraciones, recobraba la calma, y se vestía bajo el acuerdo tomado con ella, de sonreír en todo momento, no importando la forma en la que se sentía o veía; pues además pensaba que por la tarde, al llegar a casa, se pondría la cómoda pijama que la deja expandirse, respirar y descansar.
Muchos meses pasó con el mismo hábito, hasta que los consejos de sus amigas sobre el uso de suplementos alimenticios para bajar de peso, la impulsaron a comprar algunas cajas, siguiendo las dosis que utilizaban sus consejeras. Estaba feliz y emocionada, por los futuros resultados que también cambió los alimentos que acostumbraba a ingerir.
Al principio comenzó a ver ligeros cambios que la motivaban aún más a continuar y no desistir, pero los cambios hormonales por el uso de los medicamentos sin guía de algún especialista, fueron más notorios, se alteraba continuamente y tenía crisis de ansiedad y el miedo la inundaba, pero insistía que los pocos kilos reducidos le ayudaron a sentirse bonita y su seguridad incrementaba.
Al menos eso pensaba cada vez que se veía al espejo para tomar los gorditos y acariciar sus estrías, antes y después de dormir, ritual que siguió hasta el día en que ya no despertó por la hemorragia interna, producto del consumo de las medicinas para bajar de peso, sin la guía de un médico especialista.