FRANKENSTEIN Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO

FAMILIA POLÍTICA

    •    “La educación que imparta el Estado, tenderá a 

desarrollar armónicamente todas las facultades
del ser humano y fomentará en él, a la vez,
el amor a la Patria y la consciencia de la solidaridad
 internacional en la independencia y en la justicia”
Artículo tercero constitucional.

Con directrices y en manos inexpertas, todo proceso educativo corre el riesgo de producir monstruos, a partir de teorías y prácticas engendradas en la ocurrencia, en la improvisación, en la ignorancia… Los educadores cada día nos alejamos más de la concepción arquetípica del mexicano que, por mandato constitucional, estamos obligados a formar. Estoy absolutamente seguro de que un altísimo porcentaje de profesores, con su flamante título normalista y aún universitario, en las manos, desconocen la esencia de los valores que orientan a nuestra ley suprema, en el ejercicio de la elevada misión de modelar de manera integral y con alcance nacional e internacional, al tipo de mexicano capaz de sacar a este país del deplorable estado en que se encuentra. No dudo de los logros y triunfos que algunos privilegiados conquistan en los campos de las ciencias y las artes, a pesar de transitar en un entorno adverso; en una circunstancia opresiva y deformante.

Como docente de carrera y de larga trayectoria en ello, la vida me dio la oportunidad de interactuar con diversos perfiles profesionales. En todos se advierten fallas, atribuibles a la indefinición de los modelos que, a manera de productos terminales, deben surgir del proceso permanente de enseñar aprendiendo y aprender enseñando.

Hace muchos años quedó atrás mi primera actividad como profesor de educación primaria; admito que las nuevas tecnologías y otras características del mundo global, diariamente revolucionan de manera congénita las mentes de niños y jóvenes, quienes parecen nacer con varios chips integrados que les permiten el acceso a los mecanismos computacionales, de manera absolutamente natural, aunque se trate de infantes cuyo desarrollo ha sido marginal, en el campo y/o en la ciudad.

La facilidad con que los niños manejan las computadoras, no siempre es mérito de los profesores, más bien, es consecuencia del medio ambiente científico, tecnológico, económico, sociológico, mediático… de esta comunidad global que hoy compartimos… “Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir”, como dijera el poeta (especie en extinción).

“Las multitudes de hoy son grandes aglomeraciones de solitarios” escribía Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad. En la actualidad, hasta ese intrincado recinto de intimidad, se ve profanado por las redes sociales que informan y desinforman a voluntad, sin terminar con el aislamiento cultural de un pueblo que carga el inmenso pecado de no saberse víctima de un delito ancestral: vivir en un Estado incapaz de brindarle una educación de calidad.

Fallan la lógica y el lenguaje; herramientas básicas, llaves maestras para abrir las puertas de la cultura; paso obligado, repito, para llegar a la justicia integral.

La comunicación, por conducto de las redes sociales, marca con claridad el peor proceso degenerativo del idioma en los últimos tiempos. Para alguien que medianamente maneja la expresión oral y/o escrita, resultan incomprensibles los mensajes que la mayoría de usuarios, así se trate de profesionistas, envía por whatsapp: enunciados carentes de sujeto, verbo o complemento; ausencia total de signos (admiración, interrogación, acentos, puntos, comas, etcétera); sofisticadas abreviaturas que ni Dios entiende y una serie más de atrocidades, la cual, sin duda, conduce a un sui géneris analfabetismo funcional, más aún, si se toma en consideración que ahora, no sólo se escribe, también se habla muy mal.

En los niveles superiores de educación (licenciatura), el problema se agudiza; la lectura de comprensión brilla por su ausencia. Hay alumnos incapaces de interpretar las instrucciones mínimas que dicta un manual cualquiera mucho menos, sofisticados libros de texto. Con estas deficiencias, aquellos empleadores que no creen que un título basta para garantizar la calidad del servicio, jamás otorgarán una plaza de trabajo a quien manifieste, ya no digamos torpeza ortográfica, sino dificultad para una simple lectura en voz alta (claro, algunos llegan a ser diputados).

La concepción iusnaturalista afirma que todos los seres humanos somos iguales; sin embargo, algunos añaden con perversidad: “sí, pero hay algunos más iguales que otros”. La idealista aspiración del socialismo utópico para alcanzar una sociedad sin clases, se polariza cada vez más. Por un lado, permanece la masa ignorante, sin aspiraciones… y por otro se desplaza el minoritario sector de élites, amantes de la competitividad y la excelencia, como medios para abrir oportunidades de superación en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Así, individuos y organizaciones buscan la certificación ISSO2000, cuya obtención presume óptimos niveles de eficacia y garantía de alta calidad en su desempeño. Esto tampoco es dogma de fe, pero sí presunción de voluntad al servicio de mejores objetivos en el ideal o en la praxis.

En esta división se engendran y agudizan los odios entre las clases sociales: los que nada tienen (ni conocimientos, ni dinero, ni ambiciones legítimas, ni principios, ni valores…), en contra de aquellos que lo tienen todo; y puede conducir a nuestra nación a la aceptación maniquea de gobiernos incapaces de llevarnos a niveles de competencia y triunfo en el ámbito internacional, o a regresar a una aristocracia desprovista de sentido social, en la que no interesan los pobres, si no es para explotarlos y vivir de su voto.

Repito: el único camino hacia la justicia social es la educación; pero una educación con sentido democrático; así lo dice nuestro artículo tercero constitucional, “considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.

Decía alguno de mis contertulios de los jueves, que el cambio debe ser como barrer escaleras, de arriba para abajo; yo creo que tiene que ser simultáneo; si los de arriba limpian y los de abajo ensucian, poco o nada se logrará.

Sigo teniendo fe en la mayoría de mis compañeros profesores, en la mística que se adquiere en las escuelas normales y en el deseo de superación personal, más allá de las zonas de confort que da una mal entendida protección sindical o una beligerante actitud que comienza en el interior de las instituciones y continúa en prácticas de violencia cobijada por el radicalismo pseudo profesional de agrupaciones gremiales, que se sostienen vendiendo expectativas carentes de todo patriotismo. Todos debemos recordar que la ignorancia también es corrupción.

Una visión plena de optimismo colectivo, haría pensar que toda crisis es pasajera y que el tiempo abona en favor de su solución; la visión pesimista, en cambio, induce a elucubrar en el futuro de las jóvenes generaciones. La mía, pronto llegará a la estación sin retorno.

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