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Flor muerta

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LA GENTE CUENTA

Dicen que la encontraron en medio de la nada, cuando apenas los rayos del Sol salían a la superficie. Que fue un chico que solía correr por aquella llanura casi desierta quien hizo el descubrimiento, y que tenía serias marcas en su frágil y destrozado cuerpo. Lo único cierto en esto es que una vida inocente fue cortada de tajo, como una flor
    Su nombre era Marisol. Era una especie de niña-adolescente con grandes aspiraciones y con una alegría que contagiaba a todo el vecindario, y lo que tenía de alegre, también lo tenía de servicial: solía ayudarle a las vecinas con algunos de sus quehaceres, y era de las primeras en participar dentro de las acciones dentro de nuestra comunidad. Claro, también era la chica más aplicada de la secundaria.
    Pero muchas veces la vida no suele ser justa en personas como Marisol. Aquella niña vivía en el seno de una familia disfuncional, donde las discusiones, las humillaciones y los gritos estaban a la orden del día. Su madre era una mujer de 40 años que aparentaba tener 60, desquiciada, decepcionada con la vida, y cuyas culpas las descargaba en sus hijos.
    A pesar de triste escenario, Marisol siempre imprimía una sonrisa en los labios, quizá para no alertar ni preocupar al vecindario, aunque todas las noches los lamentos de dolor salían de sus paredes, llamando la atención de todos. Ella solo pensaba en que algún momento saldría de su pesadilla, y que en unos años se convertiría en una doctora.
    Todo cambió cuando la madre de Marisol llevó a sus aposentos a un hombre de mirada inquietante, figura sombría y maneras grotescas. Ella obligaba a sus vástagos a llamarlo “padre”, aunque él nunca se esforzó por demostrarlo. Y después nos enteramos que aquel humanoide tenía muchos antecedentes.
    Como muchas veces suceden en este tipo de historias, Marisol comenzó a vivir un verdadero infierno con aquel hombre sombrío. Llegaba a ocultarse en mi casa, y no me quedaba de otra que darle un poco de atención, no por lástima, sino por justicia. Muchas veces, la inocencia de aquella niña estuvo en peligro estando cerca de él.
    Y un día, ella salió de su casa rumbo a su escuela, ataviada pulcramente con su uniforme, determinada a seguir persiguiendo sus años. Pero la tarde pasó y ella jamás volvió al vecindario; y esta mañana la encontraron, después de tres días, con moretones, la falda desgarrada y una marca grosera en su cuello. Se volvió un uno con ceros a partir de hoy.