Fiscal acusa de corrupción al presidente de Brasil

Los problemas del presidente brasileño se agudizan
    •    El Congreso deberá decidir si aparta del cargo a Temer, denunciado formalmente por la Fiscalía de la República


Casi no hay día en que no aparezca una noticia bochornosa para el Gobierno, incluso con tintes entre inauditos y rocambolescos: la última, revelada el lunes por el Ejército del Aire, es que un helicóptero interceptado con 500 kilos de cocaína había despegado de una finca de la empresa familiar del ministro de Agricultura, Blairo Maggi.
Michel Temer se ha convertido en el primer presidente de la historia de Brasil denunciado formalmente por cometer crímenes de corrupción. Ni siquiera los dos mandatarios del país que en los últimos 25 años sufrieron procesos de destitución, Fernando Collor de Melo en 1992 y Dilma Rousseff en 2016, habían pasado por una situación igual. El fiscal general de la República, Rodrigo Janot, presentó el lunes formalmente la denuncia contra el presidente, lo que obligará al Congreso de la nación a votar si aparta a Temer del cargo durante seis meses.
El proceso abierto por el fiscal Janot no equivale exactamente a un impeachment, pero en la práctica coloca a Temer en una situación muy similar. La denuncia tiene que ser avalada por al menos dos tercios del Congreso y su aceptación dejaría al país sin presidente de forma temporal. Temer se encuentra en una circunstancia parecida a la de Rousseff, de la que fue vicepresidente y contra la que maniobró el pasado año para derribarla. Aunque, a diferencia de su antecesora, tiene más posibilidades de salir vivo del Congreso, donde una parte importante de los parlamentarios -y la inmensa mayoría de los partidos- está enfangado también en graves acusaciones de corrupción.
Collor de Mello y Rousseff acabaron destituidos pero en su caso se trató de procesos políticos, no de una actuación de la justicia con una denuncia formal que imputa al presidente un delito común, el cobro de sobornos. No es lo único en lo que Temer ha conseguido empeorar las marcas de los dos mandatarios depuestos por la vía del impeachment.
Ni Collor ni Rousseff habían llegado a cosechar un índice de popularidad tan raquítico como el del actual presidente, apenas el 7%, según una encuesta de la mayor empresa de sondeos del país, Datafolha, publicada el domingo.
En su peor momento, Rousseff tenía un 13% de aprobación. Y su entonces vicepresidente Temer llegó a proclamar en público que alguien con tan escaso apoyo popular no podía mantenerse en el cargo.
Año y medio después, Temer ha optado por atrincherarse pese a la ferocidad de la tormenta. El lunes, cuando todo el mundo esperaba que Janot concretase su denuncia, Temer afirmó en una ceremonia en el palacio presidencial de Planalto: “Nada nos destruirá. Ni a mí ni a nuestros ministros”. Ocho de esos ministros están también siendo investigados por corrupción.

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