El Gobernador y Yo: Arq. Guillermo Rossell de la Lama
Refugiado en la Delegación del CREA y en el CDE del PRI, como simple observador, era testigo de las especulaciones que en todos los niveles se daban en torno a quién sería sucesor del Lic. Jorge Rojo Lugo. Como en todo rito sexenal, sonaban nombres y posibilidades que cada uno de los mencionados tenía para arribar a la ambicionada responsabilidad: Humberto Lugo Gil, Germán Corona del Rosal, Guillermo Rossell de la Lama… dentro de las reglas del juego, se esmeraban por ganar la nominación.
En una fecha inusualmente temprana se dio el consabido ritual del “destape”. Todas las fuerzas vivas cerraron filas en torno del ex Secretario de Turismo, quien arribaba triunfal a Hidalgo, con todo el derecho que le daba la circunstancia de que uno de sus ancestros, Juan José Rossell Pérez Hermosillo, había sido Presidente de H. Tribunal Superior de Justicia, en los últimos años del siglo XIX. Su lugar en el gabinete presidencial, fue inmediatamente ocupado por la Lic. Rosa Luz Alegría, dama muy cercana a los afectos del Jefe de la Nación.
La maquinaria del Partido se activó para cumplir el prurito del teatro de masas que legitimaría la decisión, mucho antes de que el pueblo la ratificara formalmente en las urnas. Grupos de todos los sectores, gremios, profesiones, pugnaban por lograr la atención del nuevo Tlatoani que hacía su apoteósica aparición en ésta, su tierra de conquista.
En mi caso, no consideré prudente sumarme a la cargada, por afecto y lealtad al Jefe, que tantas gracias me había dispensado; definitivamente, aún no era yo un profesional de la política. Algunos destacados miembros de mi generación universitaria de abogados, se acercaron a mí para definir el grado de nuestra participación en la campaña. A iniciativa de Francisco Díaz Arriaga, Juan Salomón Jorge Uribe y otros, se integró la llamada Brigada Jurídica bajo el padrinazgo de Jaime Baños Paz, quien logró inmediata cercanía con personajes cercanos a Rossell, como Francisco López Loya. Por su dinamismo, la “Brigada” se ganó un espacio importante en la campaña; tan es así que Paco Díaz logró ser Magistrado del H. Tribunal Superior de Justicia.
En ese tiempo, arribó a la Presidencia del CDE del PRI, quien era y sigue siendo todo un personaje en la vida pública nacional y de nuestro Estado: el Profr. Orlando Arvizu Lara. Se autodefinía como “Sanfelipero” de corazón, por su origen en San Felipe Orizatlán, en plena Huasteca hidalguense. Simpático, dicharachero, ya con muchas horas de vuelo en la política de partido. Por recomendación de Venancio Contreras Plata, en nombre de nuestro jefe común (JRL), Orlando me hizo Secretario de Finanzas en el CDE; claro que era un cargo cuya administración de los dineros, era puro membrete; los recursos nunca pasaron por mis manos. Bajo estas circunstancias, logramos integrar un buen equipo con: Mauricio Villarreal, Gabriel Perales, Efraín Vallejo, Jaime Flores, Salvador Franco y otros más, con quienes tuvimos la oportunidad de manejar un complicado proceso para seleccionar candidatos a las 84 presidencias municipales. Ésta fue una aleccionadora experiencia, no siempre grata, pero sí necesaria para renovar y nutrir mis conocimientos de la geografía física, humana y política de esta patria chica, mi querencia natural: viejos caciques que no admitían serlo; líderes de generaciones emergentes; dirigentes de los sectores; corrientes magisteriales; dirigencias estudiantiles y todos aquellos que manifestaban sus inquietudes políticas y que en la mayor parte de las veces, se topaban con el muro infranqueable de la disciplina. Es importante destacar que muy difícilmente, alguien tenía el valor para cambiar de partido y, quien lo hacía, tenía que aguantar la estigmatización y casi siempre la muerte política. La resurrección aún no se inventaba en nuestro Instituto Político.
Seguramente inspirado en la célebre frase de Buffón: “El estilo es el hombre”, el Maestro Daniel Cossío Villegas, casi al final del echeverriato, escribió un libro bastante claridoso, al que bautizó con el título “El Estilo Personal de Gobernar”, cuyo destinatario era el todavía primer mandatario. A nivel de nuestro Estado, pocos personajes llevarían con ejemplar honor, la encarnación de esas vivencias políticas. El estilo es lo que hace que un hombre sea lo que es: único e irrepetible. Así era Rossell.
Como él mismo decía: “Yo nací en pañales de seda”. Su fama de hombre acaudalado y miembro de la sociedad más aristocrática de su tiempo, en la Ciudad de México. El Arquitecto era elitista, soberbio, megalómano, poseedor de sólida cultura y de un discurso fluido y ameno. Alguno de sus críticos me dijo: “Rossell no es genio pero, a veces, dice genialidades”.
Tuvo la oportunidad de conocer a los mejores arquitectos de aquel México y del mundo. Acostumbrado a mandar; fue jefe del Presidente López Portillo, en la Secretaría del Patrimonio Nacional y formó parte de un importante grupo cultural y financiero. El Parque de La Lama, en la avenida Insurgentes de la Ciudad de México, tiene como ícono al “Polyforum Cultural Siqueiros”, en donde el célebre “Coronelazo” dejó para la posteridad su concepción estética y los cuestionados valores plásticos del muralismo mexicano.
Como fácilmente puede deducirse, Rossell pertenecía a dos mundos totalmente diferentes, casi excluyentes; por un lado, la opulencia, el refinamiento, la cultura; el cosmopolitismo… por otro, el mundo indígena en la Huasteca; el rostro de la miseria en el Valle del Mezquital. La formación eminentemente provinciana de los hidalguenses en general y de los pachuqueños en particular; todo generó el ambiente propicio para que el nuevo Gobernador, en abierto menosprecio a la clase política nativa, se rodeara de personajes foráneos para sustentar su estilo personal de gobernar. Entre otros, recuerdo al Doctor en Derecho Julián Güitrón Fuentevilla, autor del Código Familiar; Armando Cervantes, Arquitecto y Secretario Privado; Arq. Eduardo La Rosa, de gran autosuficiencia intelectual; Jonathan Vega Torres, Licenciado en Filosofía y en Derecho, por la Universidad Autónoma de Puebla; el propio Orlando Arvizu, quien, hidalguense de origen, venía del centro. Dentro de los locales que conquistaron espacios, estuvieron: Jaime Daniel Baños Paz, Jaime Flores Zúñiga, José Guadarrama Márquez, Memo Márquez, Lalo Valdespino, Efraín Arista Ruiz, Roberto Valdespino Castillo y, sobre todos: José Antonio Zorrilla Pérez.
En otro nivel, comenzaban a destacar personajes como Antonino Martínez Hernández, Georgina Bravo Olguín y Roberto Pedraza Martínez.